5 ALIMENTOS QUE VAN BIEN CON EL VINO... Y 5 QUE NO

25 Mayo 2016

Sobre las normas del maridaje podría escribirse un libro entero: los vinos muy astringentes van de fábula con platos muy grasos; las notas ácidas o cítricas en según qué recetas piden a gritos tintos o blancos con acidez para resaltarlas; con los picantes no hay más remedio que poner alguna referencia golosa…

 

Peroel resumen es que hay platos que van muy bien con el vino y que se maridan casi por sí solos y hay otros, los menos, que exigen destreza, conocimiento e intuición por parte del sumiller. Los primeros serían los niños bonitos del maridaje y los segundos, los 'enfant terribles', esos personajes difíciles a los que cuesta ponerle una copa al lado.

 

 

Son de fácil maridaje…

 

Quesos. ¡Qué gran pareja de baile! Parece un tópico, pero lo cierto es que se llevan de miedo. Por ejemplo, los quesos grasos empatan de miedo con los vinos tintos más astringentes. Los de pasta blanda funcionan con un tinto joven o con un blanco con cierta estructura, mientras que algunos potentes como el Cabrales o el Gruyère funcionan bien con espumosos, por aquello de limpiar el paladar entre bocado y bocado.

 

Carne roja. ¿Alguien concibe un chuletón o un estofado sin una copa de tinto al lado? El primero soportará vinos con algo de barrica, para que sus notas de madera acompañen la carne hecha al punto. En el segundo caso, si elegimos tintos complejos y potentes es casi seguro que no nos estaremos equivocando: este tipo de vinos complejos acompañan y envuelven los guisos más contundentes.

 

Marisco. Da igual que tengamos en el plato berberechos, almejas o langostinos, un vino blanco joven y fresco siempre es el acompañante ideal para no empañar su sabor a mar. Otra opción que siempre funciona es la del cava, que por su carácter seco y su acidez combina perfectamente.

 

Guisos de legumbres. ¿Un cocido? ¿Una fabada? Los guisos de legumbres piden a gritos una copa de vino pero, ¿cómo debe ser esta? Suelen ser platos contundentes, donde tienen presencia también embutidos como el chorizo o el tocino. Vinos tintos potentes y estructurados (crianzas o reservas) suelen ser los más indicados, por su concentración de taninos, para lidiar con la grasa y la untuosidad del plato de cuchara.

 

Aves. Podemos establecer aquí varias categorías. Por un lado, estarían los embutidos de ave que funcionan con vinos blancos jóvenes y frescos. Los estofados de pollo o pavo admiten rosados o blancos ligeramente afrutados, salvo que lleven algún tipo de salsa, momento en el que podremos introducir algún tinto joven. Conlas piezas de caza (perdiz, pichón…) y dependiendo de la potencia de la preparación, podemos irnos incluso a tintos crianza o reserva. Todo un abanico de posibilidades dependiendo de la potencia de la preparación.

 

Son de muy difícil maridaje…

 

Alcachofas. Un clásico de los maridajes imposibles. El problema es la cinarina, un compuesto presente en esta hortaliza y que hace que casi cualquier vino que tomemos adquiera un desagradable gusto metálico. La solución aparece cuando en el plato hay más elementos, como jamón, por ejemplo, lo que esconde la cinarina y permite la entrada en escena de tintos ácidos y frescos.

 

Espárragos. Sin llegar a la dificultad de las alcachofas, los espárragos son también bastante complicados de maridar. Cualquier vino fresco, ya sea blanco o rosado, es la mejor opción y, si los espárragos llevan alguna salsa cremosa o van acompañados de carne o de pescado en forma de revuelto, mejor que mejor.

 

Vinagretas. Hablábamos antes de los espárragos, que pueden ir acompañados de vinagretas. Doble nivel de dificultad: el vinagre es enemigo mortal del vino. Su acidez hace que surjan sabores metálicos y complican mucho acompañar una sencilla ensalada. ¿La mejor solución? Sin duda, vinos blancos con un poco de barrica que puedan contrastar la potencia del aliño.

 

Ahumados. Hay casos extremos como los de los arenques, en cuyo caso prácticamente hay que renunciar. En general, el mundo de los pescados ahumados plantea un reto que no siempre es fácil de solucionar. Optar por un cava o un blanco con notas minerales puede ser una buena idea.

 

Chocolate. Una idea en principio atrayente (chocolate más vino, mmm) pero que se complica cuando la ponemos en práctica. Aquí podemos optar por un vino dulce en el caso de chocolates con leche o blancos, para hacer un maridaje por afinidad. Un oporto también nos servirá si el chocolate con el que lo acompañamos es más amargo, en este caso por contraste.

 

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