EL VINO ACUÑA LA HISTORIA

El nuevo hallazgo arqueológico revela la propia historia bajo nuestros pies y certifica más de 2500 años de viticultura ininterrumpida en el Penedès.

Una nueva pieza del puzle en la cronología que completa la historia del vino en nuestro hogar. Un pedacito de tierra que atestigua la presencia de un asentamiento íbero primero, una villa romana después.

El castillo, del s.XVII y catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional, fue adquirida por la familia Torres en 2016 con el objetivo de preservar el patrimonio vitivinícola de la región, y a su vez, establecer el cultivo de la variedad ancestral recuperada Moneu.

Las evidencias del asentamiento ibérico consisten en silos que se han encontrado debajo de una de las estancias de la casa. En palabras del arqueólogo Xavier Esteve, “una de ellas es como una matryoshka, con hasta tres silos, uno dentro del otro: un silo de época moderna había recortado otro silo excavado en el mismo lugar dos milenios antes, en época ibérica, el cual, a su vez, había recortado lateralmente un tercer silo, también ibérico, aún más antiguo”. Y añade: “Antes del actual edificio, que data del siglo XVII, hubo una masía medieval, y antes de esta, un castillo. Ahora, además, podemos afirmar que aquí también existió una villa romana y un asentamiento ibérico”

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Cada vez son más los indicios en forma de yacimientos arqueológicos -(para muestra el yacimiento de Font de la Canya)- que deconstruyen la historia para evidenciar que el propio territorio, usos y costumbres en sociedad y prácticas para con la vid y su fruto han modelado el paisaje y el paisanaje del Penedès, haciendo de esta, nuestra tierra, una comarca con arraigo cimentado en el vino, cuya gestión ha vertebrado la idiosincrasia y el devenir económico, social y cultural de su entorno y sus gentes.

La vetusta y anciana Vía Augusta romana, a cuya vera se asienta el Castell de la Bleda, reclama para sí una nueva vida que señala el camino a seguir, y del que venimos. Senderos como arterias que transportan vid y cultura, evolución y respeto por un pasado tan rico en experiencia como en legado material.

Una herencia que viene a sumarse al patrimonio ancestral que la familia Torres recupera para abrirlo al mundo: la granja fortificada de Milmanda y la muralla cistercense de Grans Muralles, Mas La Plana, o el viejo comedor benedictino de la nueva bodega Purgatori destapan un pasado vitivinícola al que nos debemos como continuadores.

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Porque, al fin y al cabo, aquello que fuimos incide en lo que somos hoy, en lo que queremos para el mañana. Un territorio vivo, sano, cuidado, rico en patrimonio y cultura, con una identidad que se asienta en cada cepa, en cada margen, en cada río, en cada masía; en planicies o en altura. Ayer, como hoy. Como siempre.