Tiempo de setas junto a las viñas

En los bosques templados que rodean los viñedos, las tormentas otoñales y el descenso de las temperaturas propician la aparición de las setas: uno de los frutos silvestres más apreciados por los recolectores.

Viñedo de la finca Fransola (DO Penedès), propiedad de la Familia Torres, con bosques en su entorno.
En algunas comunidades como Catalunya, Navarra, La Rioja o el País Vasco existe una gran tradición por la recolección de setas, y entre los lugares más frecuentados por los aficionados figuran los pinares que se extienden en el entorno de las viñas, donde crece una de las especies más deseadas: el níscalo o robellón.
Las setas son el fruto del hongo: un organismo muy complejo, a caballo entre el reino animal y el vegetal que vive en el subsuelo del bosque y que en buena parte propicia y ampara toda la biodiversidad que acoge el ecosistema forestal.
Con las lluvias de otoño y antes de que lleguen las primeras heladas, alentados por el aumento de la humedad y la esponjosidad del suelo forestal, los hongos ven llegado el momento de reproducirse mediante una especie de semillas a la que los científicos llaman esporas. Para levantar las esporas del suelo y permitir que el viento las disemine por el espacio exterior, los hongos dan forma a las setas: su órgano reproductor.

Paisaje otoñal en la finca Grans Murallas, propiedad de Familia Torres, situada en La Conca de Barberà (Catalunya)
Hasta ese momento el organismo del hongo, llamado micelio y formado por un enmarañado conjunto de filamentos llamados hifas, no ha hecho otra cosa que ir acumulando alimento: absorbiéndolo de los restos vegetales en descomposición o de cualquier otro desecho orgánico acumulado bajo la hojarasca para procesarlos y transformarlos en humus. Por eso el papel de los hongos en la cadena trófica del bosque es tan relevante.
En su afán por rasgar el suelo y salir ahí fuera para multiplicarse, el hongo realiza uno de los esfuerzos más extraordinarios de la naturaleza. Cada vez que arrancamos una seta del suelo del bosque o de la linde de la viña estamos arruinando ese esfuerzo, y en función de cómo lo hagamos esa alteración será o no catastrófica para el hongo. Por eso es tan importante actuar como recolectores responsables y respetar algunas normas básicas al recolectar las setas.

Un puñado de níscalos o robellones, una de las especies de setas más deseadas
Nunca debemos abandonar ningún residuo en el bosque. Tampoco escarbar en la tierra ni levantar los troncos caídos, arrancar el matorral o dañar a los árboles. Todas estas conductas son ataques directos a los hongos ya que propician el deterioro de su hábitat.
Especialmente grave es la mala costumbre de algunos de levantar la hojarasca para hallar las setas, pues debajo de esa mullida alfombra opera el gran laboratorio del bosque formado por los hongos y el resto de organismos encargados de descomponer la materia orgánica. Si arrastramos ese manto, si dejamos el suelo del bosque desnudo de hojas, estamos dañando irreparablemente el ecosistema forestal.
No debemos olvidar que en el primer palmo de suelo oculto bajo la hojarasca se oculta uno de los mayores laboratorios de biogénesis de la naturaleza. Un entramado de relaciones sumamente frágil y delicado que puede verse arruinado por nuestro comportamiento.

El bosque en otoño, el lugar perfecto para la recolección de setas
Por eso cuando salgamos a buscar setas debemos mantener una actitud responsable basada en el respeto al bosque y quienes en él habitan. Solo así facilitaremos la existencia de los hongos: unos extraordinarios seres vivos que son la base de la vida en el bosque y que cada otoño florecen salpicando de setas el entorno de las viñas.