La noche de la gineta en la viña  

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Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego) 

Las noches de otoño, especialmente las de luna llena, suelen ser el momento propicio para intentar observar a uno de los carnívoros más bellos y elegantes del bosque mediterráneo: la gineta (Genetta genetta). Y uno de los mejores lugares para hacer un aguarde y poder disfrutar de su observación es el entorno de las viñas, especialmente las enclavadas en un paisaje forestal de media montaña.   

la geneta
Imagen de la gineta

De aspecto y tamaño semejante al de un gato (en algunos lugares recibe el sobrenombre de gato almizclero), este singular vivérrido posee una de las libreas más crípticas de la fauna ibérica, por lo que si nuestra intención es observarlo deberemos estar especialmente atentos para localizar su presencia. Posee un cuerpo largo y delgado, con pelaje de color pardo grisáceo manchado de negro. Cola larga y gruesa del mismo tono, anillada en lugar de moteada.  

Sus patas son cortas y la cabeza muy pequeña, lo que le da un aspecto estilizado, resaltado por un hocico muy fino en el que despunta el bigote negro y el morro blanco. Orejas grandes y redondas, ojos de color caramelo, de gran tamaño, con una mancha blanca debajo que resalta aún más su indagadora mirada. Ligera y extremadamente grácil en sus movimientos, la gineta mide algo menos de un metro de longitud y pesa en torno a los dos kilos.   

Volviendo a sus llamativos ojos, lo más sorprendente en ellos es su pupila vertical, lo que denota una especial sensibilidad visual para cazar en la noche. Las desarrolladas vibrisas del morro le ayudan a detectar a los pequeños habitantes del suelo al husmear entre la hojarasca. Las amplias orejas equipan uno de los oídos más finos del bosque, a los que nada pasa desapercibido, incluso la respiración de un pequeño topillo escondido en su cubil. Las uñas, finas y aceradas, son retráctiles y le permiten trepar a las copas de los árboles con gran soltura.  

Algunos naturalistas sostienen la teoría de que la gineta llegó a la Península Ibérica de la mano del hombre, procedente de África, probablemente en el inicio de la dominación musulmana. En el mundo árabe, la gineta era tratada como animal de compañía. Sin embargo, recientes hallazgos arqueológicos sugieren que la especie ya se encontraba presente en la Península antes de la llegada de las tropas del islam en el año 711.   

En cualquier caso, desde su llegada a Europa la gineta ha logrado adaptarse perfectamente al medio de acogida, extendiendo su presencia a todos los ecosistemas: desde la franja litoral hasta la alta montaña. Así, aunque se trata de una especie eminentemente forestal que ha encontrado en el bosque mediterráneo su entorno más favorable, no falta en otro tipo de hábitats como marismas y sotos fluviales. Es una merodeadora habitual de los entornos rurales y de algunos campos de cultivo, como el olivar o el viñedo, donde acude en busca de presas fáciles de capturar.  

De alimentación omnívora, la gineta captura animales de cualquier tamaño: desde pequeños invertebrados hasta liebres. La dieta varía en función del calendario y el hábitat que ocupa. Los roedores y los pájaros no faltan nunca. En primavera caza preferentemente roedores y conejos.  

En verano incorpora anfibios, reptiles y todo tipo de invertebrados, y en otoño frutos silvestres. Durante el invierno, cuando las capturas escasean en el monte, la gineta merodea por los corrales y las cuadras en busca de alimento, lo que provoca conflictos con las gentes del campo que suelen considerarla como alimaña. 

Sin embargo, sus pautas de comportamiento y hábitos alimenticios demuestran que allí donde resultan abundantes, la gineta se alimenta básicamente de topillos, por lo que se convierte en un aliado del agricultor en el control de estos roedores. Unos animales extraordinariamente prolíficos que, cuando se convierten en plaga, pueden causar graves daños en algunos cultivos, como la viña.  

Los topillos se alimentan de las puntas de los racimos, las yemas y los brotes de los sarmientos, lo que no solo arruina la cosecha sino que acaba por dañar a las cepas. Por ello los viticultores celebran la presencia del carnívoro en los bosques que rodean las viñas y aguardan a que entren al anochecer para ayudarles a mitigar los daños.    

Si las condiciones son propicias, este vivérrido emparentado con los felinos puede llegar a criar dos veces al año: a principios de año y en otoño, siendo el mes de octubre uno de los momentos en que se producen más partos, con camadas de entre dos y tres cachorros.  

Se distribuye por África, la Península Arábiga y el suroeste de Europa, donde es una especie reciente, de la que no hay ningún fósil conocido. Se la encuentra en España, Portugal y la mitad suroccidental de Francia. En la Península Ibérica su abundancia parece decrecer desde el suroeste al noreste, estando ausente o siendo rara en las áreas cerealistas de la Meseta Norte. Está presente en las islas de Mallorca, Cabrera e Ibiza, donde se ha identificado una subespecie: Genetta genetta isabelae. Falta en las Islas Canarias. 

La gineta es una especie rigurosamente protegida por la ley, por lo que no puede ser capturada ni cazad. Catalogada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como en riesgo bajo, la subespecie ibicenca se considera en estado de conservación vulnerable. Los atropellos, la caza furtiva, los incendios forestales y el uso ilegal de veneno en el campo son, junto al deterioro de sus hábitats, sus principales amenazas.