Cigarras: el sonido estival de las viñas

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)
Los mediodías de verano en las viñas tienen una banda sonora muy particular: el sonido de las cigarras, uno de los reclamos más estridentes y monótonos de la naturaleza.
Ocultas entre las ramas de los árboles que rodean al viñedo (almendros y algarrobos, olivos, pinos, encinas y muchos otros) las cigarras aprovechan el aumento de las temperaturas estivales para repetir machaconamente la monótona y poderosa estrofa de su canto. Sin embargo, son pocas las ocasiones en las que nos interesamos por saber de dónde procede ese sonido e intentamos localizar a su autora.

Una cigarra posada en el tronco de un árbol (Foto: Jose Luis Gallego)
Si lo hiciéramos, si nos aproximásemos poco a poco al tronco del olivo o el almendro donde creemos que está posada la cigarra, nos aguardaría una tremenda sorpresa, ya que con más de seis centímetros de longitud se trata de uno de los insectos de mayor tamaño de la fauna ibérica. Aunque verlas no es tarea fácil. En primer lugar, porque al percatarse de nuestra presencia las cigarras dejan automáticamente de cantar. Y en segundo lugar porque gracias a sus tonos de camuflaje, casi idénticos a los de las ramas y el tronco del árbol, al enmudecer se vuelven prácticamente invisibles.
Más allá de su gigantesco tamaño y su mimética librea, la cigarra común, a la que los científicos clasifican con el nombre latino de Cicada orni, también sorprende por la manera en la que emite su sonido, que no canto. Porque, aunque anteriormente me he permitido una licencia literaria al respecto, lo cierto es que las cigarras, como los grillos, no cantan, sino que estridulan, y al igual que sus parientes nocturnos, tan solo emiten ese inconfundible sonido los machos.
Las cigarras no estridulan con la boca sino con el cuerpo. Y lo hacen gracias a unos sacos de aire situados en el abdomen que inflan y desinflan a través de unas membranas a las que los entomólogos denominan acertadamente ‘timbales’, pues a la práctica lo son, y muy potentes.

Un par de cigarras en un árbol
La continua intermitencia y el poderoso brío de ese característico sonido, un sonido muy irritante para nuestro oído y que algunas personas no pueden soportar, se acelera y aumenta con la subida de las temperaturas. Por eso nos parece escuchar a las cigarras con mayor intensidad durante las olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas como consecuencia del cambio climático. Y en verdad es así.
Pero esa constante estridencia, esa cacofonía en apariencia tan monótona, tiene en cambio muchos matices sonoros que, aunque pasan desapercibidos para nuestro irritado oído, obedecen a los diferentes mensajes que desean transmitir estos insectos.
Así, las cigarras macho estridulan de manera diferente en función de si pretenden marcar territorio ante sus competidores o en cambio quieren atraer sexualmente a las hembras. En este último caso, el de los mensajes de amor, la potencia del sonido puede llegar a ser tan alta que, en condiciones favorables, las hembras llegan a oírlo hasta a más de un kilómetro de distancia. Pero no vayamos a pensar que todo el mérito en la transmisión de los mensajes amorosos sea de ellos.
Para que las hembras puedan escuchar la propuesta de su pretendiente desde tan lejana distancia, la evolución las ha dotado también a ellas de una herramienta complementaria: un sofisticado tímpano, mucho más grande y sensible que el de los machos.
Esperamos que, al conocer las curiosidades de este insólito habitante de nuestros campos, especialmente común en el entorno de los viñedos rodeados de árboles, sintamos mayor admiración y curiosidad al escuchar el poderoso sonido de sus timbales. Un sonido que, como hemos descubierto, guarda muchos secretos, incluidos los más entusiastas y enérgicos mensajes de amor.