Los mares dorados que rodean a las viñas

Buena parte de los viñedos de nuestro país suelen estar rodeados por otro de los cultivos más ancestrales de la cultura mediterránea, el cereal, que en estos días alcanza su máximo esplendor.
Colmados de espigas que se mecen al viento como auténticos mares dorados, antes de ser cosechados para convertirse en rastrojos, los campos de cereal ofrecen en estos días uno de los paisajes más fructíferos de nuestros campos al que no siempre somos capaces de poner nombre.

Plantación de cereal, al lado del viñedo de Milmanda (propiedad de Familia Torres).
De los cerca de siete millones de hectáreas de cultivo que se dedican al cereal en nuestro país, más de tres cuartas partes se destinan a la producción de las tres principales variedades: el trigo, la cebada y la avena. Aquí van algunas claves para diferenciarlas.
El trigo (Triticum vulgare) tiene, a pesar de lo que indica su nombre científico, muy poco de vulgar. Por el contrario, este auténtico cóctel de vitaminas juega un papel esencial en la alimentación del ser humano y en el desarrollo de la economía de muchos países productores.
El principal elemento diferenciador del trigo común es su característica espiga, alargada y muy fructífera, con largas vellosidades que la envuelven y que al tacto resultan ásperas y frágiles, como las antenas de los insectos. El grano es dorado y corto.
El trigo que cultivamos actualmente procede de variedades silvestres de su mismo género (Triticum) que crecen desde antiguo en los terrenos templados de todo el Mediterráneo oriental.
La avena (Avena sativa) es la especie más fácil de reconocer por el singular aspecto con el que están dispuestas sus espículas (las bolsas que contienen el grano), que cuelgan como pendientes de los finos ramilletes que se extienden a los lados del tallo, sin formar espigas y separadas entre sí.
Mucho más posible de confundir con el trigo resulta la cebada (Hordeum distichon). Para diferenciarla deberemos tomar su espiga y observar que las espículas están aquí agrupadas de tres en tres, al contrario que en el resto, donde aparecen de manera individual.
Por último, otro de los cereales más abundantes en nuestros campos, aunque no tanto como los anteriores, es el centeno (Secale cereale), que crecía como mala hierba en los trigales del norte de Europa antes de ser cultivado por el hombre. La espiga es mucho más delgada y fina, con las pilosidades alargadas y bien peinadas, en forma de pincel.
Créanme, cuando aprendemos a ponerle nombre propio a las variedades de cultivo que vemos en el campo los paseos resultan más gratificantes, y en el caso del cereal, pueden ayudarnos a nutrir también nuestro conocimiento.

Extensa plantación de cereal, al lado del viñedo de Milmanda (propiedad de Familia Torres).