La voz femenina del vino

Ellas son la prueba palpable que algo ha cambiado en el sector. Mujeres jóvenes, talentosas, blogueras y “tuiteras” inquietas que han puesto sus smartphones y teclados, amén de sus paladares, al servicio de la viticultura, la enología y el enoturismo.
Hacedles un “follow” y sabréis de lo que hablamos.
Ellas son:
Cristina Alcalá (@alcalacristina). Master en viticultura y enología, periodista especializada, catadora profesional.
Ruth Troyano (@rtroyano). Periodista, Máster en planificación y gestión del enoturismo, aprendiz de sommelier.
Meritxell Falgueras (@winesandthecity). Sommelier, periodista, jurado internacional e investigadora universitaria
Al grano:
¿Qué ha fallado en la comunicación de la cultura del vino para que mucha gente la sienta como algo ajeno e incluso inalcanzable?
Cristina Alcalá (C.A): Creo que han sucedido varias cosas. Por una parte, en el nuevo impulso de cultura del vino los consumidores pertenecen a otra generación y su manera de acercarse al vino y expectativas son diferentes. El contexto socio-económico es diferente y las formas y maneras que antes valían ahora están obsoletas porque la segmentación del mercado es mucho mayor y más variada. Quizá la industria del vino -bodegas, medios de comunicación, distribución etc.- ha evolucionado más lentamente que la demanda de los aficionados al vino. Se han mantenido discursos tradicionales y un lenguaje ligado a tecnicismos que provocan rechazo en ciertos públicos.
Ruth Troyano (R.T): Es una cuestión de educación. Muchos la recibimos de manera casi innata. Yo recuerdo la bota del abuelo en Riba-roja d'Ebre, el porrón en la mesa y las meriendas de la abuela: pan, vino y azúcar. Ahora hay una gran desconexión del mundo rural y eso nos ha hecho perder ese conocimiento en casa. La asignatura pendiente, en mi opinión, es hacerlo posible en las escuelas. Tenemos una riqueza y diversidad agroalimentaria increíbles y se debe comunicar a los más pequeños. El reciclaje en las casas ha funcionado porque los niños lo han aprendido en las escuelas y han incentivado a muchos padres a practicarlo. ¿Por qué no lo hacemos con el vino? Conocer los orígenes, las raíces, nuestra cultura es imprescindible y creo que nos hemos distanciado y mucho, en los últimos años.
Meritxell Falgueras (M.F): Quizás no se ha tratado de una manera asertiva. De ser una bebida no entendida y mal utilizada para embriagarse se ha puesto en un pedestal con la etiqueta de un producto difícil. Tenemos que poder mirar el vino a la cara y entenderlo de manera personal y natural.
¿Qué debe cambiar?
C.A: La mirada al mundo del vino. Creo que los mensajes se deben adaptar al tipo de personas a las que vayan dirigidos. El vino es plural, dinámico, hedonista, social, muchas veces un complemento y otras un objeto de deseo. Eliminar complejos y prejuicios para hacer del vino algo natural, fresco y dinámico ayudaría a que muchas más personas se interesasen por el vino.
R.T: La sensibilidad para volver a los orígenes. Ahora, gracias al movimiento slow food y los productos de kilómetro cero volvemos a valorar lo que tenemos cerca y eso es bueno. Calidad primero, proximidad después. Y en la cultura del vino pienso que ha fallado la educación hacia un sector que es primordial. Y después está el tema de la comunicación. Lo hemos hecho tan difícil y distante que en ocasiones muchas personas se echan atrás a la hora de probar, experimentar y disfrutar con el vino.
M.F: Efectivamente, la comunicación. El vino ni es difícil, ni es para esnobs, ni es para gente mayor. El vino es fácil, divertido, moderno y tradicional, cultura, diseño, arte, naturaleza.... ¡y todo lo que queramos!
Hablemos del papel de las redes sociales en la divulgación. Desde vuestra propia experiencia, ¿qué han aportado las nuevas tecnologías y los nuevos canales al mundo del vino?
C.A: En mi caso, he desarrollado mi trabajo en medios generalistas (prensa y radio), publicaciones especializadas y ahora también en las redes. En cada medio de comunicación se puede innovar pero en el caso de las redes sociales creo que han quebrado muchas barreras, no solo en el vino, y en muy poco tiempo. Han cambiado la tradicional unión entre medio y mensaje dando voz a quien no la tenía, haciendo mucho más global y generalizada información y opinión. Las redes sociales también han diversificado los negocios vinculados al vino, son una fuente de información en constante cambio, de nuevas tendencias, experiencias personales, noticias globalizadas...Creo que estamos solo en el inicio de algo tan nuevo y rompedor que no se sabe muy bien qué está por venir. En cualquier caso, creo que será positivo porque el mundo del vino necesita un impulso y alcanzar nuevas metas para conseguir romper esa imagen de algo inalcanzable y exclusivo.
R.T: Yo reclamo para las redes sociales un uso riguroso, responsable y profesional. Y pienso que si se trabaja de esta manera podemos acortar distancias, contactando con voces autorizadas, con el público deseado... Pero hay que saber. El mundo del vino se ha democratizado un poco más como todos los sectores que están presentes en las redes. Pero, simplemente estar, no es garantía de nada. Hay que trabajarlas con estrategia, planificación, pensar que los resultados son a largo plazo. Por tanto, constancia y persistencia. Y sobre todo diálogo. Las redes están hechas para conversar, los monólogos no van a ninguna parte. El uso continuado nos va enseñando cada día más.
M.F: Como consumidor/a, ahora es más fácil saber lo que beben los demás. Descubrir nuevas etiquetas, conocer lo que pasa en las presentaciones sin estar presente, ver lo que piensa tal crítico de tal añada. Poder descubrir en internet todo lo que antes no sabías si no ibas a las ferias o a las bodegas.
Pero entre tanto “ruido”… ¿Cómo distinguir el grano de la paja? ¿A quién seguir?
C.A: Me viene a la memoria la anécdota de Ortega y Gasset con el torero El Gallo cuando le dice que es filósofo y él responde: “tiene que haber gente pa´tó”. Lo mismo pasa en las redes y ese es el quid de la cuestión. Aparentemente son fáciles de manejar y la tecnología intuitiva está al servicio del usuario. Pero creo que es mucho más complejo. Las redes ocupan mucho tiempo, hay que analizar a cada individuo, conocer su trayectoria, analizar qué te aporta, hacer un seguimiento...Las máscaras y los egos están a la orden del día.
R.T: Estamos en el momento de la historia con más medios y herramientas comunicativas, pero también es más difícil que nunca informarse bien. Creo que hay que hacer el ejercicio de reconocer las fuentes autorizadas y los profesionales que nos aportan conocimiento y que escriben y publican con rigor y creatividad. La red aplica una selección natural. Es cuestión de tiempo saber y diagnosticar quién tiene éxito y quién no. Y a menudo los que tienen son los que innovan, crean, apuestan por nuevas formas de comunicar el mundo del vino, se acercan desde su vertiente profesional. Cada uno lo tiene que llevar a su terreno. Yo de vinos estoy aprendiendo ahora con el curso de sumiller. Por eso empecé a hablar de las personas, de los paisajes, de los momentos. Y en cuanto a las empresas, creo que es un error que hablen de ellas exclusivamente: deben comunicar el territorio, la historia, las pasiones, los valores, y sólo así conseguirán que terceras personas lo hagan por ellos. La figura del prescriptor es importantísima y debe tenerse muy presente.
M.F: Personalmente, sigo a los periodistas más influyentes (Jancis Robinson, Robert Parker, Oz Clarke, Tim Adkins, Víctor de la Serna entre muchos otros) para saber que se cuece. Pero también admiro a muchos sumilleres o blogueros que me dan una información más directa y cercana de los vinos que hay en el mercado español.
Catas, ferias, actividades enoturísticas, proliferación de vinotecas… ¿Este aparente boom de la cultura del vino es pasajero o está aquí para quedarse?
C.A: No creo que sea pasajero, llevamos años con el llamado boom del vino. Está y estará por muchos años si las cosas se hacen bien y se adapta a cada momento. El mundo del vino evoluciona y debemos reinventarnos constantemente teniendo visión de futuro. Estoy segura de que todavía nos queda mucho por descubrir y disfrutar.
R.T: Creo que vivimos un momento de euforia. Por muchas razones: la primera es la viticultura y la enología de calidad que se hace en nuestro país, la segunda el hecho de que el enoturismo está cogiendo impulso. Hay bodegas que venden el 60% de su producción en la misma bodega y este es el objetivo, además de tener la posibilidad de descubrir los orígenes del vino que una prueba. Pienso que nadie mejor que quien lo elabora para contarlo. Cuando visitas una bodega no te llevas una botella de vino, sino una historia que contar el día que la abres en la mesa y la compartes. El incremento de la exportación y la valoración internacional de los vinos catalanes nos ha dado el punto de autoestima que siempre nos falta, y después creo que hay proyectos que creen (y es fundamental hacerlo) en comunicar bien. Si no comunicamos, no existimos. No podemos recomendar lo que no conocemos, no lo podemos vender, en definitiva. Por lo tanto es una conjunción de muchas cosas. El vino ha estado presente siempre en nuestra cultura, desde hace más de 2500 años y debemos trasladar la pasión y emoción con la que se ha vivido, antes y ahora, a las generaciones futuras. Hay jóvenes elaboradores que tendrán un papel decisivo. Los nuevos consumidores necesitan nuevos referentes.
M.F: ¡irá más! Aún nos queda mucho que hacer para llegar a la gran organización de Napa Valley... Y aún falta que el vino tenga un lugar en el trono en los medios de comunicación junto a los programas de cocina.
Sin embargo parece que los elaboradores estamos buscando la manera de llegar a un público más joven sin demasiado éxito… ¿Cuáles son las principales barreras por las que no sienten cómodos ante el vino?
C.A: El público joven, como otros tipos de consumidores, tiene sus propios códigos que hay que saber descifrar. El lenguaje, la imagen, las expectativas, los vínculos, sentimientos...Hay que saber conectar con ellos porque el vino es una bebida muy especial y también tiene sus propios códigos. Dar para recibir.
R.T: Hace poco fui a la Toscana y todas las mesas de una pizzería llena de gente joven tenían botellas de vino abiertas. Emocionante, realmente. Aquí también es posible, ¿por qué no? Si los vinos jóvenes, frescos, fáciles, afrutados están ahí, ¿por qué no los consumen los más jóvenes? No los conocemos, porque no nos hemos educado en la cultura del vino y de la gastronomía, por extensión, lo que es un alimento incluido en la Dieta Mediterránea, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Hay que hacer acciones dirigidas a los jóvenes y pensadas para su estilo de vida y de ocio. Hace un año en la feria Reus Vive el Vino se organizó una Disco Wine Rave que demostró el interés del público universitario por el mundo del vino, con elaboradores jóvenes descubriendo sus referencias y música en directo, en un espacio abierto de la ciudad .
M.F: Exacto, es una cuestión de códigos. Utilizar su lenguaje para describir el vino. No “este vino es un 100 puntos”, si no “este vino mola porque te quedas con tu jefe”.
Para finalizar, ante estas nuevas reglas del juego digital, ¿qué se les debe pedir hoy a las bodegas y a tod@s aquell@s que hablamos de vino? ¿Qué rol debemos desempeñar?
C.A: En las redes hay que ser social y no individual, mantener un discurso público dinámico, interactuar y ser coherente. Hemos pasado del YO al NOSOTROS. Hay que escuchar. En entorno digital es una oportunidad para acercarse, atender y aprender de las necesidades de los consumidores.
R.T: Formación, en primer término. Profesionalidad, en segundo. Saber comunicar con honestidad y elegancia los tangibles y los intangibles del mundo del vino. Hacer evidentes llamadas al consumo responsable y trasladar a los consumidores lo que somos: un país de larga tradición y riqueza vitivinícola. Con un paisaje único, un clima mediterráneo envidiable, variedades autóctonas de las que resultan vinos excepcionales, y que hay un trabajo ingente de generaciones y generaciones que han hecho posible llegar allí en donde ahora estamos. Y tener en cuenta como oí decir al gran viticultor René Barbier que el precio de la uva es el precio de la dignidad del campesino. Y entre todos debemos hacer posible que sea lo más elevado posible. Ellos son los mantenedores del paisaje como siempre dice Josep Maria Cots, viticultor de Falset. Y creo que el mundo del vino, el enoturismo y todos los proyectos de restauración, hostelería, empresas de servicios que giran alrededor, deben trabajar en esa dirección. Ser auténticos, naturales, únicos. Nos debemos sentir orgullosos del sector vitivinícola que tenemos y hay muchas voces y muy autorizadas para explicarlo.
M.F: Explicar didácticamente lo que hace que el vino sea una bebida única, a medio camino y en algún lugar entre el placer, la gastronomía y nuestra historia.