LA FLORACIÓN COMO ÍNDICE DE CALIDAD

Cómo echábamos de menos el caminar; campo abierto, verdes viñas y horizontes de un azul brillante. Luz. Vida. Porque en el corpus del ideario paisajístico de todo mediterráneo, la vid se erige como metáfora de nuestra percepción de un paraíso terrenal, ataviado ahora de verde primavera.

Una concepción romántica de la naturaleza que nos acerca a su comprensión, a su poder; que nos exige responsabilidades para establecer un acuerdo tácito de mutuo respeto. Una vinculación que, a nuestro modo de ver como viticultores y elaboradores, se significa como un valor que ejerce como la pauta que rige nuestros pasos y acciones.

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En plena floración, la garnacha plantada en la finca Purgatori (DO Costers del Segre)

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Pero más allá de nuestra unión emocional para con la vid, la correcta gestión de las partes vegetales de la cepa en general y de la masa foliar en particular (pámpanos y hojas) deviene vital para la consecución de cada uno de los vinos que elaboramos. Lo verde importa, y mucho.


Y es que la temperatura y la luz devienen condicionantes clave para la obtención de una uva de calidad, como parte esencial en la realización de la fotosíntesis y el proceso de madurez de los racimos que adornarán como perlas pajizas, doradas, rubí y profundo violáceo, los brazos que son los sarmientos.


Como en todo devenir vital, en el equilibrio descansa la corrección. Porque una correcta exposición solar influye en el contenido de acidez, así como en el correcto desarrollo de los componentes aromáticos de las uvas.

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En plena floración, la cariñena plantada en la finca de Grans Muralles (DO Conca de Barberà)

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De manera contraria, una vegetación al abrigo de las sombras multiplicará el número de hojas que verán dificultada la producción de azúcares; las vides expuestas de manera parcial verán reducido su potencial fotosintético, mientras las que carecen de todo contacto con la luz emplearán tal cantidad de energía para la cepa, que pueden llegar a impedir la correcta madurez del fruto. Por otro lado, un exceso de iluminación y temperatura puede bloquear sus funciones fisiológicas, que no podrá más que detener sus actividad para sobrevivir.


Por ello es necesario que el universo foliar de la vid no sea tan denso y frondoso como para impedir la ventilación, ni tan ligero como para paralizar su actividad.


Compartimos necesidades y cuidados, caminamos juntos y juntos nos detenemos; un vínculo invisible pero anclado ad eternum en cada uno, porque somos naturaleza. Cómo echábamos de menos el caminar; campo abierto, verdes viñas y horizontes de un azul brillante. Luz. Vida.