EL SABOR DEL SUELO EN EL VINO

Que los diferentes tipos de suelo inciden en el vino final resultante es algo, cuanto menos, axiomático. Y cuando nos acercamos a la esencia y particularidades de un suelo en concreto la respuesta aparece ante nosotros, si prestamos atención.



Viajamos para ello a nuestra bodega de El Lloar, en el Priorat más indómito, para explicar a nuestros vinos desde el suelo; el latido de la tierra como sistema nervioso en forma de piedra licorella.



Aquí, los suelos de pizarra provocan una suerte de estrés nutricional e hídrico a la vid. Bajo estas condiciones, el mosto presenta escasa concentración de contenidos1 que inciden en las levaduras durante la fermentación. Es entonces, cuando las levaduras activan su magia fisiológica e inician, en compensación, la producción de ácido2, acentuado en vinos cultivados en suelos con bajo nivel de pH (como la pizarra – licorella), que encontramos en el Priorat.

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Como los anillos de un árbol nos hablan de su edad, el suelo actúa a modo de huella, de memoria acumulativa de lo acaecido sobre su superficie.



Incidencias climáticas, frecuencia de lluvias, prácticas enológicas y de viticultura, variedades… así como una asociación mental en base a experiencias como amantes del vino, dibujan la ecuación cuyo resultado es la percepción sensorial del suelo en nuestras copas.

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Quizás es complicado oler el peso y paso de la historia en la geología del Priorat, o el aroma del cercano Mediterráneo en las pizarras, pero ahí están. Del mismo modo que el impacto del suelo sobre el perfil aromático de Mas de la Rosa es innegable.


Debemos comprender que el aporte del suelo a la parte organoléptica de un vino no es simple; la multiplicidad de factores se antoja más bien compleja cuando nuestros sentidos y su interpretación entran en juego. La humanidad del vino. El latido de la tierra.

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1Contenidos nitrogenados

2Ácido succínico