Variedades autóctonas: un cambio de paradigma

21 Septiembre 2016

La respuesta ante un mundo globalizado va irremisiblemente ligada a la búsqueda de la propia identidad. El mundo del vino no es una excepción, y para entender parte de este anhelo en particular, debemos mirar hacia atrás.

La filoxera, que provocó una gran crisis en el sector durante la segunda mitad del s.XIX, consiguió arrasar con casi todo el mapa vitícola del mundo, y tras décadas de recuperación hizo que, debido a la imperante necesidad de la época, las variedades menos productivas quedaran relevadas en las nuevas plantaciones. Este fue un punto de inflexión que marcó, sin duda, una pérdida de identidad y de patrimonio incalculable.

El proyecto de Bodegas Torres

Hace más de treinta años, la familia Torres puso en marcha uno de sus proyectos más apasionantes: la recuperación de variedades de uva ancestrales que se creían extinguidas.

Algunas de estas variedades recuperadas han dado muestras de un potencial enológico excelente, así como una resistencia natural al progresivo aumento de las temperaturas, la sequía o diferentes enfermedades de la vid.

“La recuperación de variedades ancestrales es una labor de arqueología del vino para recuperar un patrimonio. Volviendo al pasado y recuperando las variedades que utilizaban nuestros bisabuelos podemos mirar hacia el futuro y encontrar esta autenticidad que dará lugar a vinos únicos, muy especiales e irreplicables en el resto del mundo”.

Miguel Torres Maczassek

El Proceso

Alrededor del año 2000, el equipo investigador de Bodegas Torres, gracias a una colaboración con el INRA (Instituto Nacional de Investigación Agrónoma de Francia), estableció una metodología innovadora en el proceso de reproducción de estas variedades. El programa de recuperación de variedades ancestrales consta de cinco fases:

1. Búsqueda de variedades

Mediante la inserción de anuncios en medios de ámbito local o comarcal, se da a conocer el interés de Torres en recuperar variedades antiguas actualmente no cultivadas.

2. Identificación y categorización

Una primera observación a nivel visual por parte de un ampelógrafo y del equipo de Bodegas Torres determina si la variedad ya existe en cualquier parte del mundo bajo un nombre distinto o bien si es desconocida por completo.

3. Saneamiento y reproducción de la planta

Antes de reproducir la planta es necesario comprobar que esté libre de virus. En caso de estar infectada, se le aplica una técnica de saneamiento. Si está sana, ya se puede llevar a cabo su reproducción. El material saneado se reproduce in vitro. A continuación, se aclimata para su posterior reproducción mediante el cultivo hidropónico, imitando las condiciones del exterior pero controlando todos sus parámetros de crecimiento.

4. Valoración del potencial enológico

La uva se recolecta para ser vinificada. Es el momento de valorar el potencial enológico de la fruta y la calidad organoléptica de los vinos elaborados.

5. Adaptación al campo

Con la finalidad de estudiar el comportamiento de estas variedades en condiciones de reproducción normales, se plantan cepas en la finca piloto de Mas Rabell, en el Penedès. Paralelamente, las mismas variedades se plantan en la finca de L’Aranyó y en Tremp (ambas en Costers del Segre, Lleida) para valorar su comportamiento bajo condiciones climáticas más extremas y exigentes.

Supervivientes: Joyas recuperadas del olvido

De las casi 50 variedades recuperadas hasta la fecha, solo unas pocas tienen potencial enológico muy interesante, haciendo que el esfuerzo y la determinación en el proyecto obtengan su recompensa. Os presentamos algunas de ellas:

Garró

La garró es la primera variedad recuperada por Bodegas Torres. Se trata de una variedad tinta de baja productividad y maduración tardía. Se localizó por primera vez en las terrazas del Garraf a mediados de los años 80.

A principios de los años 90, se plantó la variedad en la Conca de Barberà, en la finca de Grans Muralles. Tras un largo proceso de aclimatación, la variedad pasó a formar parte del coupage de la primera añada de Grans Muralles (1996).

La garró aporta una gran complejidad aromática. Sus vinos exhiben notas intensas de hoja verde y frutos negros y maduros. En boca resultan vinos firmes, con carácter y de taninos muy vivos.

Querol

El hallazgo de otra cepa antigua en setiembre de 1998, en Querol, a 40 Km al noreste de Vilafranca del Penedès, permitió la recuperación de la variedad que tomó el nombre de la localidad donde fue descubierta.

La querol destaca por su caprichosa genética ya que es una de las pocas variedades conocidas que es del todo femenina (su flor no es hermafrodita, como ocurre en la mayoría de cepas viníferas). Esta característica se refleja en el menor tamaño de sus bayas y en sus cualidades organolépticas.

Los vinos de la querol son intensos y frutales en su juventud y presentan notas de reducción, laurel y fruta confitada con tiempo en botella. En boca resultan concentrados, intensos, amplios y con mucho nervio. La querol suma sus excelentes virtudes al coupage de Grans Muralles 2009 y 2010.

Selma blanca

En la finca de Aiguaviva de la familia Torres, en el Massís del Montmell, en el Penedès, los viticultores de Torres descubrieron una variedad blanca pre-filoxérica en el año 2000, cuando se disponían a iniciar la reestructuración de la viña. Entre las viejas vides de parellada, se encontró una cepa desconocida que llamó la atención de los técnicos. Después de los análisis pertinentes y de superar con éxito las cinco fases del proceso de recuperación, en 2014, esta variedad se reintrodujo de manera extensiva.

Selma blanca es el nombre que ha adoptado esta primera variedad blanca recuperada, en referencia a un pueblo abandonado en las montañas del Penedès, a poca distancia de Aiguaviva, convirtiéndose en un nuevo testimonio de la recuperación y preservación del patrimonio vinícola catalán.

Sus vinos tienen matices vegetales y ligeramente especiados sobre un fondo de fruta de árbol. En boca son vinos largos, con nervio y acidez, volumen y un postgusto prolongado.

Moneu

Esta variedad fue recuperada en 1998 cerca de Querol, en la comarca del Alt Camp, dentro de la DO Penedès. Su nombre hace referencia al “Coster de Moneu”, situado al sur de la población de Querol.

Como en el caso de selma blanca, Torres ha decidido reintroducirla en el Penedès en 2016, concretamente en su finca del Castell de la Bleda, en el municipio de Santa Margarida i els Monjos.

De color cereza picota con ribetes violáceos, sus vinos desprenden un intenso aroma de fruta fresca, sobre un fondo ligeramente floral y algo lácteo. Resultan golosos en boca, con una marcada acidez, buena concentración, taninos equilibrados y un postgusto largo que arrastra fruta fresca y perfumada.

Gonfaus

El pueblo de Sta. Eulàlia de Puig Oriol, en la zona del Lluçanès, en la comarca de Osona, fue el lugar donde se encontró en 1998 esta variedad. El nombre viene del Quintà de Gonfaus, un campo situado al sudeste de la localidad barcelonesa.

Se trata de una variedad poco productiva y resistente a la sequía. Según los técnicos de Bodegas Torres, es muy probable que se trate de una nueva variedad femenina. La gonfaus, al igual que la moneu, está plantada en la finca de L’Aranyó.

Sus vinos, de color cereza picota con ribetes violáceos, de aromas complejos dominados por la fruta madura, con recuerdos ligeramente especiados. De buena acidez, muestra taninos maduros y equilibrados. Final largo e intenso.

El equipo de Bodegas Torres sigue trabajando para devolvernos variedades que suponen una vuelta a los orígenes. Una suerte de reconciliación con el pasado, una reafirmación de nuestro ADN y ante todo, cumplircon nuestro patrimonio más importante, nuestra tierra.