Paseos por el bosque otoñal

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Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

El bosque caducifolio es uno de los ecosistemas más fértiles de la naturaleza, y en la mitad norte de la Península Ibérica se encuentran algunos de los hayedos, robledales y castañares más bellos del continente europeo. Una belleza que va mudando con el tránsito de las estaciones: durmiente en invierno, exuberante en primavera, refrescante en verano y profundamente melancólica en otoño, una de las mejores épocas del año para disfrutar de su paisaje.

La geografía peninsular acoge numerosos bosques caducifolios para disfrutar de un paseo otoñal en pleno contacto con la naturaleza. Tantos que sería imposible citarlos a todos. Los que aquí citamos son tan solo una pequeña muestra, a la que deberíamos añadir las arboledas urbanas, cuyos protagonistas también se visten estos días con los colores y los perfumes del otoño. Un buen ejemplo son los castaños del madrileño Parque del Retiro, que nos brindan una otoñada cómoda en pleno centro de la capital.  

Parque del Retiro (Madrid) 
Parque del Retiro (Madrid) 

Pero sin lugar a duda uno de los bosques ibéricos más famosos es la Selva de Irati: en el corazón verde de Navarra. Las nieblas del amanecer espesan el ambiente interior hasta hacerlo empalagoso. Huele a lluvia, la hojarasca parece una alfombra mojada y las gafas del paseante se empañan a cada trecho del paseo. El arrendajo anda enterrando nueces para hacer despensa y superar el invierno y la salamandra encuentra en la humedad del ambiente su momento propicio para salir a recorrer los senderos luciendo sus espectacular librea negra y amarilla. 

Selva de Irati (Navarra)
Selva de Irati (Navarra)

Mientras tanto, siguiendo la línea de fragor que marca la cornisa cantábrica, el bosque de hayas de Muniellos, en Asturias, se tiñe de rojo intenso y acoge los últimos paseos del gran carnívoro de nuestros bosques: el oso pardo, que con su lento caminar vagabundea por los senderos forestales en busca de los suculentos hayucos, los frutos del haya. A mitad de camino entre las bellotas y las castañas, tienen forma de triedro y son muy ricos en aceites, por lo que le ayudan a acumular grasas antes de retirarse al fondo de una cueva para hibernar hasta la primavera. 

Bosque de Muniellos en Asturias
Bosque de Muniellos en Asturias

Otoñea también con fuerza en la comarca catalana de la Garrotxa, dónde se ubica uno de los hayedos más bellos de toda la península: La Fageda d’en Jordà. Los corzos corretean estos días por su interior confundiéndose con los tonos ocres y dorados del paisaje. Se escucha el canto del petirrojo, recién llegado del norte de Europa, y las ardillas saltan de copa en copa como funambulistas ante la mirada atónita de los niños, que acuden en sus excursiones escolares para descubrir la naturaleza otoñal envueltos en sus anoraks. Y es que el bosque caducifolio se convierte por estas fechas en la mejor aula al aire libre.

Fageda d’en Jordà (La Garrotxa) 
Fageda d’en Jordà (La Garrotxa) 

Ya se ha echado el lirón gris en su cubil de alguna haya vieja en los bosques de Montejo de la Sierra: el hayedo de Madrid regado por el río Jarama. Dicen quienes fueron carboneros y leñadores en Montejo que el bosque está habitado por hadas y que éstas gustaban de enamorar a los paseantes con sus cantos para atraerlos hasta sus guaridas y convertirlos en víctimas de sus sortilegios, pasando el resto de sus días como rana o salamandra en la espesura del bosque. 

Montejo de la Sierra (Madrid)
Montejo de la Sierra (Madrid)

Olmedas de la Alcarria, junto al cauce de ríos de agua mineral. Saucedas, alamedas, alisios y fresnedas del Riaza y del Duratón, en plena meseta castellana. Castañares extremeños y gallegos, nogueras del Pirineo. Como decíamos, el listado de espacios forestales para disfrutar de un paseo otoñal sería casi interminable. Una actividad que, como escribió el propio Charles Darwin, constituye uno de los mejores ejercicios a los que puede entregarse el ser humano.