MAS LA PLANA: UN AÑO Y UNA VIDA

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El ciclo de vid

Atrás quedó el bullicio de la vendimia. Sin embargo, aún es posible imaginar el silencio que ahora domina el paisaje, reflejando el esfuerzo y la dedicación de las personas que han trabajado estas tierras con pasión. 

Grabación del año 2024 en el viñedo de Mas La Plana

El Ciclo de la Vida

  • Entre noviembre y enero la cepa pierde las hojas y a medida que el frío se abre camino la planta entra en un estado de reposo y actividad latente. Un letargo invernal que prolongará hasta febrero.

Tras la vendimia, que culmina el ciclo vital de la vid, las cepas necesitan de merecido descanso: la parada invernal. La vida se pone en “modo avión” y gracias a este proceso las plantas se protegen frente al frío y las demás inclemencias meteorológicas que acontecen en estas fechas. Las hojas han detenido su actividad y se van tornando ocres, tiñendo a las vides primero, al suelo después.

  • Entre febrero y marzo se hace visible la primera transformación, tan bella como poética. Tras la poda, la savia exuda por las cicatrices causadas por la poda ocurriendo el denominado lloro de la vid, anunciando la inminente brotación.
  • El desborre o brotación tiene lugar en abril, aunque ello dependerá mucho de las condiciones climáticas a las que se vea afectada la planta. Durante el desborre los brotes nacientes se desprenden del “plumón” que los protegía del frío y dan la bienvenida a la primavera, siempre con temor a las temidas heladas que las podría devolver al estado latente. 
  • Durante mayo y junio comienza la aparición de inflorescencias en el brote que luego serán las flores. Éstas se abrirán para dar paso a la fecundación. Posteriormente el ovario fecundado de desarrollará dando lugar al fruto verde, proceso conocido como cuajado. 
  • La verdadera explosión de vida ocurre entre julio y agosto, cuando los pámpanos se convierten en sarmientos (agostamiento) y se inicia el envero: El verde de la clorofila desaparece progresivamente y aparecen los pigmentos propios de cada variedad. La uva de variedades blancas adquiere tonos amarillos, mientras que la tinta pasa del verde al rojo y/o a un azul violáceo, dependiendo de la variedad. Finalizado el envero la pepita está completamente formada, la acidez se mantiene alta y el nivel de azúcar todavía escaso. 
  • El envero: Poesía visual y viva que alberga en su interior procesos asombrosos que nos regala la sabia ingeniera y alquimista que es la naturaleza. Una postal que de manera inevitable pero esperada nos llega año tras año a nuestras fincas y viñedos. Y es que rara vez Mas la Plana luce más festiva y colorista que durante esta mágica etapa del ciclo vegetativo de la vid.

“El cambio de color de las uvas tiene como objetivo natural atraer a las aves para que éstas se alimenten de la fruta y propaguen las semillas. Un mecanismo de supervivencia de la naturaleza que nos sigue fascinando”.

  • Finalmente, la maduración. El estado de maduración condicionará el tipo de vino, ya que será en este momento cuando los principales componentes aromáticos varietales y su larga fenólica determinarán la calidad del mosto. 


¿Pero qué sucede en el interior de las bayas hasta el momento de la vendimia? 

Durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre las uvas almacenan agua y se hinchan. El azúcar inicia entonces el tránsito que conducirá sus pasos desde las hojas hasta las bayas. La concentración de azúcar sigue aumentando de manera paulatina, mientras que los niveles de acidez descienden. Es el proceso conocido como maduración del azúcar.

En paralelo, la maduración fisiológica activa el proceso de coloración de la uva, el despertar de su gama de sabores y la estructura de sus taninos, cuya evolución dependerá del calor y la luz del sol. Si bien la vid necesita de agua, un ligero estrés hídrico favorecerá la concentración de los azúcares.

  • La vendimia culmina este proceso, cosechando la uva cuando presenta niveles óptimos de acidez y una carga de fruta adecuada cuando se forman los aromas varietales. Por supuesto todo dependerá de la intención enológica y de cada variedad. 

La naturaleza se abre paso indómito, por ello es labor del ser humano conocer sus ciclos vitales y emplear el conocimiento de siglos de viticultura a nuestras espaldas para, no solo beneficiarnos de su fruto anual, sino prolongar su vida, domar su esencia y asegurar su futuro, pues de él dependemos hoy, mañana y siempre.