El regreso del quebrantahuesos

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)
La inconfundible silueta del quebrantahuesos sobrevolando los valles pirenaicos compone una de las estampas más admirables de la naturaleza española. Esta curiosa rapaz de porte espectacular y contrastado plumaje debe su nombre a la sofisticada técnica que emplea para obtener su principal alimento: huesos, tendones y pellejos de las carroñas que detecta en el campo.
Para facilitar su ingesta el buitre barbudo, como también es conocido y delata su nombre científico (Gypaetus barbatus), tiene por costumbre arrancar los huesos o incluso las carcasas enteras de los animales que han muerto en el campo y cuyos cadáveres ya han sido aprovechados por otros buitres, córvidos y el resto de especies necrófagas. Cuando solo quedan los huesos llega el turno de nuestro protagonista.
Una vez asidos con sus poderosas garras, el quebrantahuesos vuelve a alzar el vuelo para lanzarlos desde las alturas contra las piedras que aparecen en determinados puntos de la montaña: principalmente roquedos, pedregales y tarteras. Unos enclaves que localiza con la mirada desde el aire y a los que los ornitólogos denominan ‘rompederos’. De esa manera, tras caer contra las rocas y ‘quebrarse”, la rapaz puede ingerir mejor los huesos y el resto de las partes de la carroña que le sirven de alimento.

Ejemplar de quebrantahuesos
Con más de un metro de altura y casi tres de envergadura, que es la distancia de punta a punta de las alas, el quebrantahuesos es una de las aves más grandes del continente europeo. En vuelo es rápidamente identificable gracias al característico diseño de su cola: alargada y en forma de rombo. Alas igualmente muy largas y estrechas. Posado muestra uno de los plumajes más bellos entre las rapaces, con las patas densamente plumadas (como si llevase unos pantalones de campana) y de color anaranjado, como el resto de las plumas que lo cubren desde la cabeza hasta el vientre.
Ese famoso color anaranjado lo obtienen de los pigmentos naturales, especialmente óxido de hierro, que se hayan presentes en las aguas ferruginosas donde gustan bañarse, básicamente manantiales y arroyos de alta montaña. Los ornitólogos han comprobado que se trata de un hábito exclusivamente cosmético con el que ambos sexos se engalanan.
Respecto a las alas, son de un bellísimo color negro pizarra, muy brillante. En la cabeza destacan sus bigoteras, que le cuelgan por la cara hasta caerle por debajo del pico, y su ojo amarillo rodeado de un aro rojo intenso que le da un falso aspecto de fiereza. Los jóvenes de primer año son una réplica de sus padres, pero en tonos marrones.

Quebrantahuesos
El período de celo del quebrantahuesos tiene inicio en otoño, cuando la pareja suele realizar todo tipo de vuelos acrobáticos, entrechocando las garras y emitiendo largos y agudos silbidos a modo de reclamo. El nido, confeccionado con ramas, consiste en una gran plataforma de más de dos metros de diámetro y suele estar ubicado en inexpugnables cantiles rocosos en las paredes verticales de montañas de gran altura. La puesta suele ser de dos huevos, que la hembra incuba durante un par de meses, generalmente entre enero y febrero, aunque solo suele salir adelante un pollo. La tasa de reproducción es muy baja, con un alto número de fracasos en la cría.
Incluido en el Catálogo Español de Especies Amenazadas como especie en peligro de extinción, el quebrantahuesos es muy sensible a los cambios que se producen en su territorio, resultando especialmente vulnerable al avance de la agricultura industrial en las comarcas de montaña, el abandono de la ganadería extensiva, el uso ilegal de veneno en el campo y la proliferación de tendidos eléctricos.
En los últimos años ha cobrado especial importancia como amenaza directa la ubicación incorrecta de parques eólicos en áreas especialmente sensibles para las aves. En los últimos meses se ha denunciado el hallazgo de ejemplares muertos tras impactar con las palas de los aerogeneradores. Un ejemplo del alto impacto ambiental que puede generar el despliegue incontrolado de las energías renovables en zonas de alto valor ecológico.
En los años 70 la población ibérica de quebrantahuesos se reducía a alrededor de una docena de parejas en los Pirineos. La especie se hallaba al borde de la extinción. Actualmente, y gracias a las medidas de protección impulsadas por las administraciones, la gran labor de los grupos conservacionistas y las instituciones científicas y la inestimable contribución de los fondos Life de la UE, el buitre barbudo ha conseguido remontar el vuelo.
En las dos últimas décadas los programas de conservación han logrado que la especie se recupere en Pirineos y se haya podido reintroducir, con notable éxito, en algunos de sus antiguos territorios: como los Picos de Europa y las serranías andaluzas. Así, gracias al esfuerzo de unos y otros, los amantes de la naturaleza podemos celebrar el regreso del quebrantahuesos.