El jilguero pinta los campos de colores y trinos

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Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

La llegada de la primavera provoca un auténtico estallido sonoro en la naturaleza. Desde el croar de las ranas hasta el estridular de los grillos, el canto de las aves o el zumbido de los insectos, son tantos los reclamos y tantos los ecos que apenas queda espacio para el silencio. Y entre los principales solistas de esta banda sonora primaveral destaca, por su aflautada melodía, uno de los pájaros más bellos de nuestros campos: el jilguero.    

Del tamaño de un gorrión, con quien comparte familia junto a otros fringílidos como el verderón, el pardillo o el pinzón, nuestro protagonista también es conocido con el nombre de ‘colorín’ por su elegante y atractivo plumaje. 

El pecho y las partes bajas del vientre son de color blanco tostado, mientras que el dorso es de color marrón claro. En la cabeza destaca el brillante rojo intenso de la parte frontal, rodeando el abultado pico rosado. Los ojos están ocultos en un antifaz negro, como el capirote y la nuca, en contraste con las mejillas de color blanco puro. De sus alas llama la atención la combinación entre amarillo y negro, muy visible en vuelo, lo que permite identificarlo a la primera, sin ofrecer ningún género de duda. 

Ejemplar de jilguero, posado en una rama, en medio del campo
Ejemplar de jilguero, posado en una rama, en medio del campo

Aunque frecuenta pinares, encinares y otros bosques abiertos, el jilguero prefiere los paisajes en mosaico, las lindes de los caminos y las tierras de labranza, resultando muy común en el entorno de los huertos, olivares, dehesas y viñedos. También es frecuente observarlo en parques y jardines urbanos. Se trata de una especie granívora, que se alimenta de diferentes especies herbáceas, aunque siente una predilección especial por las semillas de los cardos: de ahí su nombre científico, Carduelis carduelis

Ave gregaria y muy social, le gusta vivir en grupo, ya sea junto a ejemplares de su misma especie o de otros fringílidos. En esta época del año es muy fácil observarlo sobrevolando los campos con su bellísimo canto, muy aflautado, que emite incluso en pleno vuelo. Es tan variada y bella la melodía de estos pájaros que los ha convertido en objeto de deseo para quienes se dedican a organizar concursos de aves canoras y disfrutan escuchándolos en cautividad, condenados a vivir en pequeñas jaulas. Algo especialmente cruel en el caso de esta especie migratoria que realiza grandes desplazamientos en plena libertad cada año.

El anillamiento científico ha conseguido demostrar que buena parte de los jilgueros que pueblan nuestros campos llegan desde Finlandia, Rusia y otros lejanos lugares de la Europa central. En el caso de los que crían aquí, la mayoría se quedan todo el año. Pero cuando llega el otoño los movimientos de invernada de las aves que huyen del frio procedentes del norte de Europa pueden llegar a multiplicar por diez la población española. Asimismo, algunos de los jilgueros ibéricos parten hacia África para pasar el invierno mezclados con las poblaciones allí sedentarias.

Jilgueros en medio del campo
Jilgueros en medio del campo

En nuestro país el período de cría va desde mediados de marzo hasta principios de agosto, pudiendo llegar a realizar hasta tres puestas en años de abundancia. El nido consiste en un pequeño cuenco de ramillas, hierba y lana de oveja que recoge de los campos. Muy bien tejido, suele situarlo en las ramas altas de los árboles y llega a servir de un año para otro. La hembra es la encargada de incubar los huevos (hasta media docena por puesta) durante alrededor de dos semanas, siendo alimentada y atendida en todo momento por el macho. Si todo va bien, los pollos abandonan el nido a las tres semanas propiciando una nueva puesta.

Aunque sigue resultando una especie relativamente abundante, la persecución que viene sufriendo por parte del ser humano ha provocado una caída de sus poblaciones en algunas de sus tradicionales áreas de cría. Según la organización SEO/Birdlife, dedicada al estudio y conservación de las aves silvestres y sus hábitats “la llamativa coloración de su plumaje y su variado canto constituyen su perdición, siendo el ave más perseguida y trampeada en España, con miles de ejemplares muertos o enjaulados cada año”. 

Además, como apuntan desde esta oenegé, los jilgueros “sufren notablemente el uso abusivo de plaguicidas y herbicidas en el campo.” Debido a ello, esta especie, como muchas otras de las que habitan los ecosistemas rurales, tienen en el avance de la agricultura regenerativa a su mayor aliado.