El camaleón, un prodigio de la evolución

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)
Si existe un reptil inconfundible entre todos los que componen la fauna ibérica, incluso la europea, es nuestro protagonista de esta entrega: el camaleón común.
Describir al camaleón para diferenciarlo de otros reptiles se hace innecesario, ya que este insólito animal resulta inconfundible desde cualquier ángulo de observación: Otra cosa es que seamos capaces de verlo aún estando ante su presencia: no en vano una de las peculiaridades biológicas más conocidas de la especie es su sorprendente habilidad para camuflarse en el entorno que habita.

Camaleón común en una rama de un árbol.
Los pigmentos de la piel del camaleón pueden reproducir con una fidelidad casi exacta el color que los ojos transmiten al cerebro. Así, como cuando el ordenador envía una orden de impresión a la impresora, el camaleón puede ‘imprimirse’ sobre la piel los colores del trasfondo en el que se halla. Una técnica a la que los científicos llaman ‘mimetismo’ y que el camaleón comparte con otros animales, como el pulpo o el lenguado, aunque en el caso del reptil alcanza un grado de perfección increíble.
El cuerpo del camaleón, estrecho y alto como el de un pez, le permite mantener un perfil muy estrecho ante sus presas. El esqueleto de este reptil es tremendamente flexible y le permite desplazarse por las copas de los árboles realizando todo tipo de piruetas. Las patas del camaleón son inusitadamente largas entre los reptiles, capaces de responder a la necesidad de todo buen trepador de permanecer sujetado en todo momento a las ramas o los troncos por los que se desplaza.
A esas mismas condiciones responde el diseño de sus robustos dedos prensiles, perfectamente dispuestos, tres hacia delante y dos hacia atrás, lo que le permite sujetarse a las ramas con firmeza. Por último, el complemento anatómico final que acaba por convertirlo en un prodigio de la adaptación al medio es su cola: tan larga como práctica. Un apéndice que suele mantener enroscado en forma de espiral cuando se halla en reposo, para desplegarla cuando se desplaza usándola como agarradero.
Su aplanada cabeza, de diseño jurásico y aspecto rugoso, nos habla de su larga historia en el planeta. En ella se halla uno de los mecanismos visuales mejor desarrollados de todo el reino animal: los famosos ojos del camaleón. Un prodigio de la evolución que le permite observar el derredor en todas direcciones y de manera independiente.

Camaleón común mimetizando con el enterno.
Gracias a ese mecanismo visual, y en un ejercicio de estrabismo sin precedentes entre el resto de reptiles, nuestro protagonista es capaz de controlar un objetivo a su espalda mientras centra la mirada del otro ojo al frente. De tal modo que sus ojos suben y bajan, avanzan y retroceden, desplegándose en el fuelle que protege la órbita y que le permite ocultar la mirada a sus presas, pues como señalábamos anteriormente es capaz de imitar el color del entorno incluso con la membrana que los cubre.
Absolutamente arborícola y arbustivo, el camaleón solo pone pié en el suelo para depositar los huevos (entre 5 y 35) en una galería subterránea excavada por las hembras al llegar el otoño. Cumplido el celo, los adultos permanecen aletargados en su cubil en una especie de falsa hibernación hasta la primavera siguiente, momento en el que saldrán a desarrollar su solitaria forma de vida, marcando territorio y defendiendo sus dominios ante la presencia de cualquier congénere que se atreva a invadir su espacio.

Camaleón común sobre una hoja.
Respecto a su alimentación, está basada mayoritariamente en la captura de insectos mediante la técnica de acecho. Así, tras localizar a su víctima, el camaleón permanecerá quieto, calculará la distancia y la sorprenderá desde lejos lanzándole un proyectil carnoso: su lengua, que puede llegar a superar los treinta centímetros y que maneja con asombrosa precisión.
Lamentablemente, las poblaciones ibéricas de camaleón común se encuentran en drástica disminución debido al coleccionismo ilegal, llevado a cabo durante años, y la destrucción y fragmentación de sus hábitats exclusivos. Unos espacios que han ido siendo invadidos por el ser humano casi por completo: los bosques y zonas costeras de matorral autóctono y zonas dunares que rodean las playas del sur de la península, unas áreas arrasadas por el avance de la especulación urbanística y la masificación turística.
Actualmente apenas unas pequeñas manchas de bosque en las provincias de Cádiz, Huelva y Málaga conforman el menguante mapa de distribución de este maravilloso reptil en España. La población peninsular se completa con una reducida zona al sur del Algarve portugués. En el resto de Europa, los últimos camaleones del continente habitan puntos muy concretos del litoral al sur de Sicilia, en Creta y el Peloponeso.
En caso de tener la fortuna de observar a uno de estos animales en libertad, hay que mantener la adecuada distancia de seguridad para evitar molestarlo, y nunca, bajo ningún concepto, intentar capturarlo. Se trata de una especie en grave peligro de extinción y estrictamente protegida por la legislación española y europea.