¿Cómo se preparan los participantes en un concurso de cata?

Por: Laura Conde, periodista
Cada vez son más los aficionados al vino que se presentan a concursos de cata, ya sea el popular certamen de cata por parejas de Vila Viniteca o el Campeonato de España de Cata por Equipos. Algunos llevan años repitiendo la experiencia, mientras que otros se animan de forma puntual, a menudo motivados por amigos o compañeros. Para saber qué hay detrás de esta creciente afición y cómo se preparan los participantes a estos concursos, hemos hablado con dos de ellos para conocer su experiencia de primera mano.
Imagen de una cata con varios vinos servidos en las copas
Entre el entrenamiento y la diversión
Santi Rivas, crítico de vinos y miembro de @colectivodecantado, es un habitual de los concursos: ha logrado puestos destacados en la cata por parejas de Vila Viniteca —un tercer puesto y dos finales—, y también en el Campeonato de España de Cata por Equipos, que ha llegado a ganar en una ocasión, siendo subcampeón en otra edición y logrando, asimismo, dos cuartos puestos. Para él, la clave para llegar al podio no se encuentra únicamente en un buen método de entrenamiento, sino sobre todo en la complicidad con la pareja o el equipo de cata.
“No hace falta ser un superdotado ni tener un paladar excepcional; es algo que se entrena”, explica. “Lo importante es trabajar la memoria y la dinámica con tu pareja. Saber catar se da por descontado, pero lo esencial es cómo gestionas la toma de decisiones. Por ejemplo, uno puede creer que es garnacha y el otro está convencido de que es tempranillo. ¿Cómo se resuelve esa discrepancia?”, se pregunta Rivas. Para él, una de las claves de su éxito es precisamente la excelente relación con su pareja de cata, Jaime Fernández, con quien lleva catando desde 2010, ya que más allá de su partner in crime en el mundo del vino es también su amigo.
En su caso, el entrenamiento pasa por catar a ciegas con amigos simulando las condiciones de los concursos. “A partir de Navidad solemos entrenar de forma sistemática, ya que los concursos son en primavera. Durante el resto del año lo hacemos por defecto, porque nos gusta, pero no de forma metódica sino por simple y pura diversión”, explica Rivas. En una cata a ciegas cada uno de los participantes lleva botellas que hace catar al resto de la mesa, que tiene que adivinar la variedad, la zona, la añada, la bodega y, si se tercia, el vino concreto.
Las catas a ciegas previas no solo permiten entrenar el paladar para que aprenda a reconocer variedades y a captar sus matices, sino también para poner de manifiesto las dinámicas que se generan entre la pareja o equipos de cata. “Es importante saber en qué falla y qué aciertos tiene cada uno. Mi compañero sabe, por ejemplo, que soy una máquina detectando syrah pero que a veces puedo confundir las garnachas. En esos entrenamientos reproducimos el modelo de decisión: quién se impone, quién cede y cómo gestionamos los reproches cuando nos equivocamos. Si quieres volver a presentarte con la misma persona, no puedes pasarle factura por un error”.
Diferencias entre concursos
La cata por parejas de Vila Viniteca tiene una particularidad: los vinos que se presentan forman parte de su catálogo, lo que ofrece un “universo finito” de referencias. Aunque el catálogo es amplio —más de 2.500 vinos—, existe la posibilidad de estudiarlo, algo que puede ayudar a los concursantes más metódicos.
“No consultamos el catálogo de Vila Viniteca directamente, pero sí seleccionamos botellas que sabemos que distribuyen”, cuenta Rivas. “En cambio, en el Campeonato de España no hay catálogo, puede aparecer cualquier vino. Allí se puntúa mucho la uva y el país de origen, por lo que es un reto diferente”.
Además, el concurso de Vila Viniteca prohíbe ir al baño durante los 90 minutos que dura la cata, un detalle que no siempre se tiene en cuenta y que, según Rivas, “puede convertirse en un infierno. En alguna ocasión me he pasado la hora y media con la única idea en la cabeza de ir al baño y eso te desconcentra mucho”.
El punto de vista de quien se inicia
No todos los participantes tienen años de experiencia a sus espaldas. Rosa Molinero, periodista especializada en gastronomía y colaboradora de medios como La Vanguardia, El Periódico o El País, se presentó por primera vez a la cata por parejas de Vila Viniteca y, aunque de momento solo ha participado en una edición, no descarta volver. Como Rivas, cree que más allá de cierta sensibilidad gustativa, la práctica lo es todo en este tipo de concursos. “Para mí la cata a ciegas es una cuestión de entrenamiento: relacionar una experiencia sensorial con un concepto. Puedes aprender que el olor a hidrocarburo se asocia a la uva riesling, por ejemplo. Eso no es un don, se aprende”.
Ella decidió preparar el concurso de manera más relajada, aprovechando cada comida o reunión con amigos para catar a ciegas: “Una cata a ciegas entre amigos es una experiencia que recomiendo a todo el mundo. Se nota mucho la evolución. Al principio vas muy perdida, pero después de varias catas vas afinando”, explica Molinero, quien insiste en que es importante “crear grupos de cata con personas con las que te sientas a gusto y no te dé vergüenza aventurarte a hacer conjeturas”.
Al igual que Rivas, Molinero también destaca como elemento clave la relación con la pareja. De nada sirve entrenar por separado si, en el momento de la verdad, no existe una buena comunicación o se pierde la calma. “Hay que conocer a tu pareja. Saber en qué se suele equivocar, qué puntos fuertes tiene y cómo transmitirle tus impresiones de forma calmada y asertiva. El día del concurso, entre los nervios, el frío del lugar y el hecho de no poder ir al baño, la tensión se multiplica”. Rivas coincide: “Lo peor es echarse en cara los errores. Hay parejas que han roto amistades por esto”.
Más allá de la variedad y el país
Para Molinero, la parte más complicada en las catas a ciegas es reconocer bodegas concretas. “No me dedico al mundo del vino y no tengo ese registro tan amplio para saber si un vino, del que puedo acertar la variedad y la zona, pertenece a una u otra bodega”, explica. Para Rivas, sin embargo, esta parte resulta igual de sencilla (o complicada) que el resto. “Identificar una bodega también es una cuestión de entrenamiento. Es importante tener en cuenta que cada bodega tiene un estilo concreto, una manera de hacer que puede ser fácilmente identificable. Se trata de tener todos estos estilos en la cabeza”, afirma.

Imagen de cata directamente de la barrica.
No obstante, en muchas ocasiones se comenten fallos garrafales, cosa que no deja de ser parte de la aventura, algo de lo que puedes incluso reírte en un futuro. “En una ocasión, un productor de una bodega no logró reconocer su propio vino”, explica Molinero. Rivas también recuerda algún fallo glorioso: “Nos dieron a catar un champagne Salon de 1.000 euros y lo confundí con un cava de 30 € de calidad regular”, explica. En todo caso, el cambio climático no se lo está poniendo fácil a los catadores. Lo explica Molinero: “Me costaba mucho identificar las garnachas del sur de Francia, me solían parecer directamente españolas. Hay que tener en cuenta que el cambio climático está haciendo que algunas variedades ya no sepan como sabían canónicamente, y esto supone una dificultad añadida”, concluye Molinero.