LOS VINOS DEL RÍO

Lindes fluviales y climas lluviosos perpetúan la identidad inconfundible de los vinos cuyas vides madres descansan apostadas en paisajes de verde eternidad, tan propios de las tierras del norte del estado. Vinos que se alejan de lo mediterráneo para abrazar a lo atlántico, completando el jardín ampelográfico que es la península: diversidad y sabor.

Partimos de la tierra del vino atlántico por antonomasia, Rías Baixas, donde mar y tierra se besan y funden en un abrazo, de sal y nieblas bajas. Donde la DO ha experimentado una extraordinaria pujanza, gracias a la sublime elegancia frutal y complejidad de evolución del albariño.

Un lugar cuya historia respira el legado celta que nos descubre un pasado espiritual, donde el suelo y el cielo se ven unidos irremisiblemente por ancestrales prácticas culturales. El leit motif que alberga la esencia de nuestra referencia más septentrional.

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Paisaje de Rías Baixas

Paisaje de Rías Baixas

Pazo das Bruxas evoca a su tierra desde su amarillo brillante y ribetes dorados. Y desde su intenso aroma, nos conduce a un mundo de flor blanca, cítricos y fruta fresca de hueso. Para culminar en boca amable y golosa, pero de firme acidez que perdura en un final largo y sabroso. Todo en un recuerdo de bruma marina y sal. El peso y el paso del agua y la tierra.

Nos dirigimos ahora camino al este para encontrarnos en el margen izquierdo del río Duero para ahondar nuestros pies en la DO homónima, Ribera del Duero. Donde a 895 metros sobre el nivel del mar, las viñas y el cielo se tocan y abrazan para acunar a las vides de tinta fina que dan vida a Celeste Reserva.

Aquí, las inversiones térmicas son más abruptas que en Rías Baixas debido, en gran medida, a la parcial continentalidad de su clima.

Así, la excepción tinta entre los fragantes blancos del agua viste de granate profundo, de oscuridad seductora tras su impresionante capa. Fruta madura, confitura de moras y la madurez sensualidad del roble tostado. En boca nos acaricia con firmeza y tacto de terciopelo; de carnalidad apabullante que nos invade en su persistente final. Celeste Reserva.

Jugando a difuminar fronteras, os explicábamos en anteriores entradas, la apuesta de la Familia Torres por trascender la DO Ribera del Duero para asentarse en la vecina DO Rueda. Donde la ubicación de las vides de verdejo cerca del río, la orientación norte de algunas de ellas; y los suelos cascajosos de grava arcillosa y cantos rodados propios del cauce del río acentúan la expresividad varietal, intensidad y complejidad organoléptica.

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Villafranca del Duero

Paisaje y localidad de Vilafranca del Duero

En Celeste Verdejo la influencia fluvial nos regala un vino dorado y brillante, de excelsa acidez, que seduce desde su nariz varietal, que sabe a hinojo y almendra verde, a cítricos y a flor blanca.

La finca está situada en el municipio de Villafranca del Duero, en el margen izquierdo del río, de considerable anchura y caudal en este punto y donde se encuentran las primeras estribaciones del valle, haciendo de sus suaves laderas y bellos meandros un lugar en el que permanecer.

Agua, cielo y tierra conforman un círculo virtuoso entrópico que la cultura y la experiencia humana han aprendido a modelar, escuchar y respetar para hacer de la vid, vino; del cielo, hogar; del río, vida.