La vida explota en la viña

Junio es el mes de los grandes estrenos en el campo, donde la sucesión de acontecimientos biológicos apenas deja tiempo para el descanso en el amante de la naturaleza.

Andan alzadas casi todas las cosechas. Los árboles exhiben sus frutos y los arbustos compiten en intensidad de floración, perfumando el aire con todo tipo de fragancias naturales. Es un placer pasear por los caminos anotando el aroma del espliego y la lavanda, de la genista, el romero y el tomillo.

Entre las aves silvestres, las especies que llegaron hace apenas unas semanas de sus cuarteles de invierno en el continente africano ven como vuelan ya sus polladas, que en algunos casos son ya incluso la tercera del año. Se han multiplicado golondrinas y vencejos, herrerillos, carboneros, verderones, pardillos y jilgueros. El trino se hace tan intenso que apenas da tiempo a identificar un canto cuando ya es interrumpido por otro.

Algo que se puede comprobar acudiendo a uno de los cultivos que acogen mayor biodiversidad ornitológica: el viñedo.

La vida ha explotado en la viña, donde las cepas alcanzan sus máximos de desarrollo, las hojas cubren los alambres de las espalderas y se llevan a cabo las tareas de poda en verde para optimizar una cosecha que empieza a intuirse generosa.

Con el ascenso de las temperaturas los invertebrados se han adueñado de todos los espacios en el campo. Apenas existe un palmo de terreno en el que no estén presentes. Especialmente los insectos alados, ese “plancton aéreo” que forman moscas, mosquitos, efímeras, hormigas aladas, avispas, polillas y otros muchos que sirven de alimento a golondrinas y vencejos, quienes, con sus segundas polladas ya muy crecidas en los nidos de los aleros o las rendijas de los edificios de labranza, tienen en estos cielos de junio nutrida despensa.

Nunca me cansaré de señalar el alto valor ecológico que tienen las aves insectívoras al actuar como uno de los agentes más eficaces en el control de plagas en el campo. Los pájaros son los grandes aliados del agricultor, por eso es tan importante respetar sus nidos, no causarles molestias y favorecer su presencia en el entorno del viñedo. Y es que a más pájaros, menos ataques de insectos voladores.

Con el objetivo de señalar el importante papel que desempeñan las aves insectívoras en la viticultura, la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife) ha puesto en marcha estos días un estudio en Andalucía (http://www.seo.org/2014/05/30/estudiamos-el-alzacola-rojizo-para-conocer-la-calidad-ambiental-de-los-vinedos-andaluces/) en el que, centrándose en una de las aves más escasas de la fauna ibérica y con mayor querencia por visitar la viña, el alzacola rojizo, se pretende evaluar el potencial que ofrecen los viñedos para impulsar el turismo ornitológico como complemento del enoturismo.

Disfrutar de una visita a las viñas para observar a los abejarucos que crían en los taludes o los cernícalos que acuden a cazar en los surcos abiertos entre cepas puede ser una experiencia magnífica para los amantes de la naturaleza que amen a su vez el vino, entre los que me cuento.