EL VIAJE INTERIOR DEL VINO

Durante su viaje, el vino nos cuenta una historia, nos describe su origen, nos apunta detalles de su elaboración, de su evolución; nos regala su alma varietal, para desde nuestros sentidos [re]interpretarlo, descifrarlo, entenderlo, disfrutar de él y albergarlo en nuestro archivo sensorial para siempre.
[[{"fid":"18649","view_mode":"default","fields":{"format":"default","alignment":"","field_file_image_alt_text[und][0][value]":false,"field_file_image_title_text[und][0][value]":false},"type":"media","field_deltas":{"2":{"format":"default","alignment":"","field_file_image_alt_text[und][0][value]":false,"field_file_image_title_text[und][0][value]":false}},"link_text":null,"attributes":{"height":1079,"width":1617,"style":"height: 334px; width: 500px;","class":"media-element file-default","data-delta":"2"}}]]
Atardecer en la Bodega Waltraud (Pacs del Penedès)
Esta relación es la que distingue al vino de otros alimentos. Una comprensión mutua originada en el aprendizaje y la experiencia. Una relación, al fin y al cabo, que subraya el carácter cultural y humano del hecho vitivinícola, y que culmina su ciclo tras una comunicación muy especial, atávica, que requiere de nuestros sentidos para tornarla en experiencia. Porque el vino nos habla:
“De la bodega a la sala. De la horizontalidad a la verticalidad. Del letargo al descorche, haciendo de la mesa trono y reino. Así da inicio mi viaje.
[[{"fid":"18651","view_mode":"default","fields":{"format":"default","alignment":"","field_file_image_alt_text[und][0][value]":false,"field_file_image_title_text[und][0][value]":false},"type":"media","field_deltas":{"3":{"format":"default","alignment":"","field_file_image_alt_text[und][0][value]":false,"field_file_image_title_text[und][0][value]":false}},"link_text":null,"attributes":{"height":542,"width":813,"style":"height: 333px; width: 500px;","class":"media-element file-default","data-delta":"3"}}]]
Y me hago visible tras el cristal fino. Me ves. Capa, ribete y límpida profundidad rubí delatan mi edad. Noto tu mirada en mí, asertiva y curiosa; cuando brota una lágrima henchida de vida que recorre la curva de tu copa, anticipo del encuentro deseado.
Quieres más y rotas mi continente entero, mi mundo, para luego llevarlo a tu nariz, donde implosiono en un abanico olfativo que tratas de ordenar mentalmente, en busca de analogías referenciadas en el archivo; tu memoria sensorial. Un viaje de introspección momentánea que abre y cierra puertas de vivencias que creías olvidadas.
[[{"fid":"18653","view_mode":"default","fields":{"format":"default","alignment":"","field_file_image_alt_text[und][0][value]":false,"field_file_image_title_text[und][0][value]":false},"type":"media","field_deltas":{"4":{"format":"default","alignment":"","field_file_image_alt_text[und][0][value]":false,"field_file_image_title_text[und][0][value]":false}},"link_text":null,"attributes":{"height":646,"width":647,"style":"height: 499px; width: 500px;","class":"media-element file-default","data-delta":"4"}}]]
Apelo a tu deseo y te hablo de mi esencia varietal, fruta viva que lleva mi nombre. De mi origen y cuna, del roble especiado y, si prestas atención, del propio terruño parcelado en el que un día fui baya y vid. Donde me lo diste todo, de modo que, de igual a igual, correspondo en consecuencia: Te lo doy todo.
El borde de la copa llama a tus labios. Me adentro, despliego y acaricio los rincones de la santidad de tu boca. Un sendero que transita por tu lengua, donde mi complejidad organoléptica se deconstruye en partes de un todo: en la punta, calidez y dulzura; en los laterales, mi tersa acidez. Es entonces cuando tu paladar reconstruye mi esencia y la torna en sabor, completo y perfecto. Tangible. Perdurable.
Y atracar en el puerto, que es tu memoria, para anclar mi huella en tu experiencia. Me recordarás y me sabré recordado; pasando a formar parte de la bodega de momentums de tu vida.” Palabra de vino.