Descubrir el vino (IV): Más allá del rioja en España.

Los vinos clásicos son «clásicos» por algo. Hay regiones y estilos de vino que han superado la prueba del tiempo, que han demostrado elegancia, longevidad y complejidad, que pueden dar a un amante del vino esa dimensión extra en la experiencia de la cata. Burdeos y Borgoña, Barolo y Brunello, La Rioja y Ribera del Duero, todas ellas están en esa lista.


Hace poco estuve de nuevo en La Rioja, donde conocí y hablé con bodegueros de todo tipo y vi en primera persona por qué es el clásico de España, por qué fue la primera de las dos únicas Denominaciones de Origen a la que se añadió la categoría de «Calificada». Probamos algunos vinos excepcionales. También vimos cambios, como la llegada de una «nueva ola» de vinos de finca. Aquí hay un gran campo para cualquier aficionado al vino.


Pero mucha gente se esfuerza por ir más allá de los clásicos y encontrar cosas nuevas. En el Reino Unido, aunque quizá sea donde más disponibilidad hay de vinos de todo el mundo, las listas de vinos buenos y el interés de los consumidores de vinos buenos siguen firmemente centrados en Burdeos, Borgoña y Champagne. Para un aficionado americano, quizás se podrían añadir a esa lista Brunello di Montalcino y Napa Cabernet. En España, Rioja, Ribera y, quizá, Jerez.


En el caso de España, donde la innovación y el cambio se están produciendo mucho más allá de las fronteras del rioja, donde están surgiendo nuevas regiones de gran calidad y donde se están redescubriendo antiguas variedades y uvas, esto es una vergüenza. Hay vinos muy interesantes por todo el país que merecen la atención de los amantes del vino de cualquier lugar. Me gustaría compartir algunos que me han llamado la atención.

Duero abajo

Cuando se hizo patente el auge de la Ribera del Duero en los años 1980, la aristocrática tempranillo pudo sobresalir fuera de La Rioja, bajo los nombres de tinto fino y tinta del país, produciendo vinos opulentos, de frutos oscuros en los estilos más elegantes del rioja. Celeste Crianza y Reservason típicos de ese estilo.


Pero aguas abajo, el Duero tiene otra encarnación en los vinos de Toro. Aquí, bajo el nombre tinta de toro, la uva da vinos más grandes y oscuros con un estilo más potente. Los taninos pueden ser un poco salvajes, rústicos y firmes, más similares a los de los vinos que se dan río abajo como tinta roriz en el portugués valle del Douro. No obstante, hay vinos muy interesantes en Toro, como el Pintía que hacen aquí las bodegas Vega Sicilia.


Y en Toro no se pueden pasar por altos los blancos de Rueda. La uva verdejo da vinos con un perfil que recuerda a la sauvignon blanca con fruta tropical más opulenta. Aunque en la DO también se permite la sauvignon, para mí los más interesantes son los verdejos puros. Con las bodegas experimentando con el roble, el cemento y el acero inoxidable para la fermentación y la maduración, elaborando vinos frescos y vibrantes para beber ya, como Verdeo, o con potencial de evolución, como Camino de Magarín, hay vinos para todos los gustos.

El renacimiento de la garnacha

Cuando la reina tempranillo acaparó todo el interés en los años 1990, la garnacha cayó en declive. Desprestigiada como variedad de baja calidad y rendimiento, se arrancaron muchas viñas. No obstante, desde hace 5-10 años, sobre todo, los bodegueros han redescubierto lo que una buena garnacha puede dar de sí.


Si alguna región ha encabezado la redención de la garnacha —y de su prima cariñena (carignan, mazuelo), ha sido el Priorat, en Cataluña. Aquí, se han combinado variedades antiguas de garnacha y cariñena con variedades importadas, como syrah y cabernet sauvignon, para producir vinos densos, profundos y estructurados con carácter de frutas negras y uva pasa y una marcada mineralidad. Su categoría de DO Calificada concedida en 2000 fue, sin duda, merecida.


Y lo que es más interesante, desde aproximadamente el año 2010 los principales productores, como Mas Martinet, han empezado a reducir la presencia de variedades importadas y el uso de barricas de roble nuevas. Estos dos factores han servido para destacar el carácter varietal de la garnacha y cariñena, en beneficio particular de la garnacha. Este año probé en ProWein un Perpetual, el exquisito priorat insignia de Torres, que es un coupage de solo garnacha y cariñena de viña vieja.


Si buscamos ejemplos menos caros y no tan pesos pesados, tenemos los vinos de Montsant, que casi rodean el Priorat. También está cerca la pequeña DO de la Conca de Barberà, con suelos de pizarra quebrada, llicorella, similares a los del Priorat. Aquí también la garnacha se mezcla con la cariñena para generar vinos intensos y potentes, pero que envejecen bien. Aunque en este caso suelen incorporar la muy tánica monastrell (mourvèdre) y variedades locales poco comunes, como las que se encuentran en Grans Muralles.


Otras bodegas, sobre todo la generación más joven, se han dado cuenta de la belleza de la garnacha de viña vieja. Han buscado viejos viñedos para recuperarlos y hacer nuevos y diferentes estilo de toda España. Este renacimiento significa que hay otras regiones a tener en cuenta. Esto incluye Navarra, donde bodegas como Domaines Lupier nos recuerdan que con viñas viejas a altitud al pie de los Pirineos la garnacha navarra puede dar mucho más que rosado barato.


Campo de Borja y la vecina Calatayud, en Aragón, también están produciendo vinos garnacha de buena calidad. La creación de una categoría Calatayud Superior, con una edad mínima de la viña de 50 años, una producción de no más de 3,5 toneladas/hectárea y al menos un 85% de garnacha, debería ayudar a seguir impulsando esto. Y con la escala de calidad sugerida por Fernando Mora, MW, para Campo de Borja en 2017, que posiblemente iría en una dirección similar, son dos regiones a tener en cuenta.


Por último, y quizás el ejemplo más interesante, la revolución de la garnacha ha llegado también a Madrid, concretamente a la Sierra de Gredos, al oeste de la capital. Aquí, las viñas cultivadas a altitudes de hasta 1.200 metros muestran la cara más ligera de la garnacha, produciendo vinos más tipo pinot noir, de color pálido, delicados aromas florales, sobretonos herbáceos y una vivaz y refrescante acidez.


Bodegueros de la nueva ola, como Comando-G, Daniel Jiménez-Landi y Marañones, están utilizando técnicas de vinificación de pinot, como fermentación en racimo y barricas más grandes de 500 litros, para hacer vinos muy interesantes.


Vinos enérgicos de la costa atlántica

Y por último, pero no menos importante, llego al noroeste atlántico, la región de España que más me ha entusiasmado durante más tiempo. Aquí, la refrescante influencia del océano ha creado una serie de vinos blancos frescos, vivaces y muy aromáticos que no solo son un maridaje excelente para el marisco local, sino que también pueden ser vinos de guarda serios.


Los albariños de las Rías Baixas no necesitan presentación para la mayoría de los lectores. No es ninguna sorpresa que su combinación de refrescante acidez y aromas cítricos y salinos, con un brillante tono aromático de albaricoque, se haya expandido por todo el mundo, con excelentes ejemplos de bodegas como Pazo de Señorans, Terras Gauda y el Pazo das Bruxas de la Familia Torres, que ponen de manifiesto la elegancia de esta variedad. Estos también pueden ser buenos vinos de guarda.


Más al sur de Galicia, el ribeiro está llevando al mundo la treixadura, una variedad de uva local que típicamente se mezcla con loureiro para hacer blancos más delicados, cítricos y refrescantemente minerales. En el interior, Valdeorras es la patria de la godello. Esta variedad, en manos de bodegueros como Rafael Palacios, combina opulentos aromas de fruta de hueso con un vibrante ramalazo de acidez que puede envejecer muy bien. Con un toque de harinoso roble francés, esta uva recuerda al borgoña blanco.


También en el interior, sobre todo en el Bierzo, han reclamado las viñas viejas y terrazas de mencía, la uva tinta autóctona. Aquí, y en la Ribera Sacra, puede producir vinos tintos bien estructurados de frutos azules y negros, de profundo color púrpura y un sabor mineral ahumado y rocoso, pero subrayados por una refrescante acidez que les aporta su clima más fresco. Algunos han demostrado también ser vinos serios y de guarda.


Por último, en la costa norte, bajo la influencia del golfo de Vizcaya, tenemos el txakolí, un delicado vino blanco, vivaz y de baja graduación alcohólica del País Vasco. Elaborados con hondarribi zuri y hondarrabi beltza, estos blancos y rosados tienen un vibrante toque cítrico de limón, suave aguja carbónica y una acidez deliciosa. Maridan estupendamente con ostras y otros mariscos locales.


En conclusión, es justo decir que el renacimiento de la España regional ofrece una gran variedad de estilos de diferentes lugares que pueden alcanzar niveles de calidad tan buenos como los mejores de las regiones clásicas de España. El amante del vino inteligente hará bien en elegirlos.