¿Cómo saber si un vino está en buen estado?
¿Te beberías un vino que oliera a moho?...
No hace falta ser un especialista para saber cuando un vino está bueno y cuando no lo está. Al fin y al cabo todos sabemos lo que nos gusta y lo que no. ¡Deja que tu intuición animal te guie!
La primera pregunta que te tienes que hacer delante de la primera copa de un vino es: ¿huele bien o huele mal? Si te gusta lo que percibes con tu increíble sentido del olfato es que el vino está en buen estado. Si no tienes ganas de llevártelo a la boca es que tiene algún defecto y tu sabia nariz te lo hace saber con antelación. El vino tiene que oler a vino, de modo que si te huele a “corcho” es que está bouchonné.
Si te huele a huevos podridos es que tiene un problema de reducción: con un “padre nuestro” y moviendo mucho la copa pueden mejorar y salir sus aromas varietales... Si el problema viene de la elaboración (una mala recogida de la uva o problemas en la bodega) no hay nada que hacer. O sí... ¡devuelve la botella!
Si bien el vino blanco, con el tiempo, quiere ser tinto (porque se oscurece) y el tinto quiere ser blanco (se aclara), un tono anaranjado en un tinto y uno muy parduzco en el blanco, indicaran que han pasado a mejor vida.
Bien, después de confirmar que el vino está en buen estado, ¿cómo podemos saber que es de calidad?
Aquí os dejo cinco sugerencias:
1. Cuando su perfume nos seduce y nos llena el paladar
2. Cuando el tipo de aromas frutales que encontramos nos gustaría como postre
3. Cuando percibimos las notas torrefactas y especiadas de un vino que corresponden a su buena crianza en madera. Estos son vinos que han tenido una elaboración más larga y mimada.
4. Cuando podemos sentir que hay un equilibrio mágico: que la acidez ha hecho un pacto con el amargor (en el caso de los tintos) y a este, a su vez, está contrarrestado por el dulzor del alcohol.
5. Cuando la botella se acaba sin darnos cuenta y tenemos ganas de repetir.
Recuerda que a veces la combinación con la comida puede cambiarte la percepción del sabor del vino y llevarte a pensar que está en mal estado. Por ejemplo, maridado con alcachofa el mejor vino te sabrá a metálico, o avinagrado si lo has tomado con una ensalada “bañada” en vinagre balsámico.
Pero una sabia combinación entre vinos y alimentos nos puede proporcionar mucho placer. Y es que como dicen: “uva con queso sabe a beso”. Precisamente los vinos más tánicos combinados con el ácido láctico del queso tienden a parecer más redondos y agradables. ¡Así que recuerda que “no te la den con queso”!
Un último apunte: para tener un recuerdo de los vinos que te han enamorado es un gran souvenir firmar la botella y/o el corcho. Aunque muchas veces la buena compañía le suma un punto a su bouquet que luego es difícil repetir.
Meritxell Falgueras