Manolo del Águila

05 Noviembre 2019

Natural de Porrera, la vida de Manolo del Águila se perfiló en el tiempo en diferentes formas, lugares y menesteres profesionales para converger en su alma mater, que no es otra que la tierra y el entorno de Mas de la Rosa; de la que fue propietario y donde hoy sigue apegado como viticultor.

 

No ha sido un trayecto fácil. Las veleidades del devenir y un contexto de obligada laboriosidad hacen de Manolo un hombre recio y de honorabilidad en el trabajo. Lecciones de una vida que nos reproduce con una franqueza vertiginosa:


 

“Cuando nací, mis padres tenían campos de avellanos, por lo que recuerdo pasar muchos fines de semana durante mi infancia en el campo, ayudando a mi madre y hermanos, puesto que mi padre murió cuando yo solo tenía 6 años.”

 

 

A los 14 años Manolo salió de la escuela sin terminar la EGB para ayudar, como asalariado y con un jornal mínimo, en las necesidades económicas del núcleo familiar.

 

Cuando terminó el servicio militar, con 19 años, probó suerte trabajando varios meses como ayudante de topografía en la carretera de Porrera, unos otros en la hostelería, otros en una fábrica de papel y más adelante en la construcción. Pero existía un denominador común: entre trabajos se dedicaba al campo.

 

Desde entonces, Manolo ha dedicado su vida en bodegas y fincas, hasta que Mas de la Rosa entró en su vida, como entran los grandes amores:

 

“Me enamoré de Mas de la Rosa trabajando en una finca del abuelo de mi esposa, que está justo enfrente, recolectando almendras. Cada día me quedaba un buen rato mirando Mas de la Rosa; cuanto más la miraba, más me gustaba, y soñaba en poder trabajar aquella finca. Tomé la decisión de adquirirla cuando el anterior propietario me dijo que a partir de 1987 no podría trabajarla, por falta de salud. No me costó nada preguntarle si la vendería y, por suerte, enseguida nos pusimos de acuerdo”.

 

La visión e intuición de Manolo pronto vislumbraron el potencial de Mas de la Rosa para el desarrollo de, además de almendros, vides para la proyección de un vino único, heroico: “Una de las cosas que más me gustaron de Mas de la Rosa era su exposición inclinada a sol naciente; por eso no hace mucho frío en invierno, y por su exposición al aire de mar o ‘garbinada’, como se le conoce en el Priorat; por eso las tardes de verano no son tan calurosas.”

 

 

La escasa experiencia de Manolo como viticultor la suplió con la determinación de quien sabe lo que quiere. Asesorado por viticultores de Porrera y, de un modo autodidacta, Manolo fue desgranado los secretos del trabajo de aquella finca: las podas, las amenazas a la salud de la vid y todo lo necesario para alcanzar un equilibrio en el momento de la cosecha.


 

“Preguntando a algunos viticultores de Porrera fui aprendiendo a podar y a realizar la poda en verde, que desconocía completamente, y con la ayuda de algunos libros aprendí sobre parásitos y plagas”.


 

Ha llovido mucho y, desde entonces, Manolo del Águila atesora una experiencia y saber hacer incuestionable. El hombre hecho a sí mismo era esto. Orgullosos de contar el él.