VINO Y DIETA DE VERANO

En verano, la complejidad gastronómica de nuestros platos queda relegada por la sabrosa simplicidad, en aras de un mayor disfrute de tiempo libre. Así, la neutralidad organoléptica de alimentos, como el arroz o la pasta, requiere de complementos en forma de salsas, especias, verduras y otros para darles vida. Una versatilidad gastronómica que, sin embargo, puede suponer un reto cuando buscamos el acompañante ideal en forma de vino.
Si bien es cierto que nos adentramos en el terreno de la subjetividad, existen ciertos conceptos que ayudan al ser tenidos en cuenta, ya que el objetivo de todo maridaje debe buscar un equilibrio de intensidades; contrastar o combinar la intensidad del sabor de la comida con la intensidad del sabor de los vinos.
Mediterráneo
La magia de la dieta mediterránea y gran parte del secreto de su éxito reside en la gran versatilidad que ofrece, pudiendo ser adaptada a ingredientes de los cinco continentes. Algunos ejemplos que nos pueden ayudar a definir su vino ideal:
Arroces y sofritos: blancos intensos
Los sofritos son muy intensos en sabor, con una alta acidez y a menudo acompañados decrustáceos y mariscos, pescados grillados y aceitosos… de ahí que un blanco intenso, sedoso, con austera fuerza.

Así, la elegante chardonnay de Sons de Prades (DO Conca de Barberà), con notas florales y afrutadas y con un delicado final seco, nos ayudará a darle armonía a estos platos.
Carnes y lácteos:
Por lo general, vino, carne y queso se llevan bien, por lo que no es difícil encontrar un vino para complementarlos, de un modo u otro. De manera que, para asegurar un maridaje exitoso, nos centraremos en las texturas; atendiendo a vinos blancos cremosos y untuosos, o tintos con cierta crianza, para hacer de una salsa bechamel una experiencia de lujo.

Canelones de carne con salsa bechamel y queso, delicioso con Purgatori (DO Costers del Segre).
Verduras y Hortalizas: Blancos ligeros
Cebolletas, ajos tiernos, alcachofas y así un largo etcétera conforman la estructura de muchos platos de pasta que se sirven de la huerta para darles vida y color; por lo que buscaremos no desvirtuar el espíritu del plato, resaltando el frescor de las verduras mediante un vino blanco de cuerpo ligero y vivaz, con notas cítricas y vegetales.

La excelsa riesling de Waltraud (DO Penedès) es sin duda una buena opción para completar la experiencia mediterránea
Marisco y pescado: Blancos de untuosidad y espumosos
En la imaginería del recetario costero mediterráneo abundan anchoas, almejas, mejillones y otros mariscos. Quizás por ello, es una zona que también destaca por la complejidad y acidez de sus vinos blancos.

Milmanda (DO Conca de Barberà) aportará esa untuosidad que convierte el maridaje en una experiencia sublime.
Y es que los espumosos encuentran grato el abrazo de Poseidón. De este modo, platos con mariscos en crudo o poca cocción, pescados ahumados y arroces negros conforman un Olimpo de ideal gustativo que parece eternizar los frescos platos de verano.

Buñuelos, escabeches, escalivadas o ensaladas abrazan con sana necesidad a la acidez, sequedad y untuosidad de los espumosos de calidad, como en el caso de Vardon Kennett.
Sirva lo anterior como orientación y complemento a la plena subjetividad de cada cual. Al fin y al cabo, solo nuestros paladares dictarán lo exitoso y placentero de cada vino, de cada plato y de su vínculo armónico. ¡Salud!