VIÑAS VIEJAS

Porque la edad es un grado, la menor productividad de nuestras ancianas venerables son las responsables de los vinos más prestigiosos. Más allá de la excelsa calidad del fruto de las viñas viejas, su gestión y mantenimiento resultan fundamentales para modelar un territorio, sostener la riqueza del entorno y la biodiversidad que en él anida.
Su conservación evita la reestructuración del paisaje. Y es que, muchas veces, el trabajo necesario para llevar a cabo una preparación del terreno y plantar nuevas vides, en aras de mayores rendimientos, modifica el entorno y, a la vez, la identidad y alma de nuevos horizontes; de nuevos vinos.
Las viejas parcelas dibujan en el lienzo de nuestra tierra un mosaico de colores y personalidades tan ajenas como complementarias. Modelan el paisaje salpicando de singularidad cada paso andado:
Senderos y caminos abiertos de la nada por generaciones de viticultores; fuentes y bosques; ermitas y masías; cabañas de pastor y de piedra seca, que parecen contemplar el paso del tiempo desde la inmortalidad. Un ‘definir el territorio’ que transita desde lo orográfico para descansar en brazos de rincones de belleza incomparable que otorgan pleno sentido al concepto de identidad.
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Ermita de Sant Miquel, Tremp (s.XI – XII), en el corazón del viñedo donde se cultiva la variedad ancestral pirene.
Del mismo modo, las viejas viñas y parcelas se antojan esenciales para mantener un equilibrio en la biodiversidad del entorno. Una retroalimentación dentro de un ecosistema que es fiel garante de la salud de nuestras vides, y que asegura la calidad de nuestros vinos. De ahí, la necesidad de cuidar y mimar a bosques y montes circundantes, una labor tan bella como obligada, muy interiorizada en el seno de nuestro legado.
La conservación de estos museos ampelográficos al aire libre nos aporta otra derivada que por intangible resulta especial. Y es que las viejas cepas constituyen en sí una escuela de vid[a] con alma, donde generaciones de viticultores han dejado su huella a golpe de poda y vendimia.
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Cepas viejas en los viñedos de Mas de la Rosa, Priorato. Cepas que han sobrevivido el paso del tiempo
Cabe recordar que, conservar y dinamizar enclaves que ya fueron elegidos por antiguas civilizaciones, debido a su idoneidad, representa un legado histórico de una riqueza que quizás mereciera de mayor fortuna. Historia viva y una ventana abierta desde la que proyectarse al mundo.
De espíritu cíclico, lo que se nos es dado debemos legarlo en herencia. Una responsabilidad de corte tan poético como necesario. Somos lo que somos porque ellas fueron antes. Algo que transmitir; algo por lo que vale la pena hacer lo que hacemos. Nuevos vinos de viñas viejas.