La belleza de los cielos de otoño desde la viña

bnner

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

Así como los ornitólogos disfrutan con la observación y la identificación de las aves silvestres en libertad, los aficionados a la meteorología gozan de igual emoción al contemplar el tránsito de las nubes en el cielo, consultando para ello con manuales y guías de identificación similares a las que usan los aficionados a la ornitología.

Según el Atlas Internacional de Nubes publicado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en función de sus características morfológicas, éstas se dividen en una decena de grandes géneros. A su vez, y atendiendo a otras particularidades como la estructura y la transparencia, su disposición en el cielo o su actividad interior, entre otras, dichos géneros se subdividen en diferentes tipos o especies: radiatus, uncinus, flocus, lenticularis, castellanus… 

De ese modo, un aficionado a la meteorología suficientemente formado es capaz de identificar el tipo de nube con tan solo echarle un vistazo, como un ornitólogo es capaz de nombrar a un ave por su plumaje, su canto o su silueta. Y en ambos casos, tanto si hablamos de nubes como de pájaros, uno de los mejores lugares para observar su tránsito por los cielos de otoño es el viñedo, que en esta época del año se prepara para lucir sus mejores galas.

Grans Muralles, en la DO Conca de Barberà, propiedad de Familia Torres
Grans Muralles, en la DO Conca de Barberà, propiedad de Familia Torres

Finalizada ya la vendimia, con los tractores en el cobertizo y las bodegas colmadas de mosto, las cepas empiezan a transitar del verde al amarillo, a los anaranjados, rojos y ocres, para terminar en casi dorados. Para muchos amantes del paisaje rural se trata de uno de los espectáculos más bellos que se dan en nuestros campos. El momento del año en el que la vid, cumplida ya su labor productiva, se despide a lo grande, demostrando al paseante hasta qué punto la viticultura es arte. 

Y es también ahora, coincidiendo con el paso de las borrascas y el tránsito de las nubes, cuando los atardeceres se pintan con la misma paleta de colores. Como si se tratara de un reflejo de los viñedos, la puesta de sol se ve precedida de un bello itinerario cromático que va del rojo al amarillo y el dorado antes de fundir a negro.  

Sin embargo, en el caso del cielo, ese tornasolado mosaico que forman las nubes entre el atardecer y el crepúsculo cuenta con otros protagonistas: los bandos de aves migratorias que los surcan de norte a sur y de este a oeste. Observarlos desde el amable paisaje de la viña, sin que las copas de los árboles nos oculten su aérea singladura, es uno de los placeres otoñales más emocionantes que nos brinda la naturaleza.  

Viñedo en el DO Ribera del Duero, propiedad de Familia Torres
Viñedo en el DO Ribera del Duero, propiedad de Familia Torres

Según los estudios científicos que estudian la migración de las aves, el tránsito de éstas entre el continente europeo y el africano moviliza anualmente en torno a cinco mil millones de individuos pertenecientes a más de doscientas especies diferentes. Una infinidad de aves de todos los tamaños y libreas que, obedeciendo la ancestral impronta genética de la migración, cubren siempre las mismas rutas: siguiendo ríos y costas, sobrevolando mares y desiertos, traspasando cumbres y planicies.

Cuando era niño me gustaba acudir a las viñas para observar a esos nómadas del viento cruzando el cielo con rumbo sur. Sabía que volaban en dirección al Estrecho de Gibraltar, donde se agrupan todos los años en espera de las condiciones favorables para cubrir los quince kilómetros de mar abierto que separan ambos continentes. Seguir con la mirada el paso de aquellas aves veleras (cigüeñas, buitres, águilas culebreras, aguiluchos, halcones abejeros, milanos, etc) despertaba en mi joven espíritu aventurero todo tipo de preguntas.

Y es que apenas sabía nada más. ¿Por qué mantienen esas formaciones de vuelo?, me preguntaba, ¿A dónde se dirigen? ¿Cómo logran orientarse en la noche? ¿Cuántas de ellas llegarán al fin a su destino? Y mientras dejaba esas cuestiones sin respuesta, sentía el irrefrenable ímpetu, el profundo deseo de echar a volar para unirme a la bandada y acompañarlas en su largo periplo celestial.
Con el paso de los años desarrollé una gran afición por la ornitología, y en mi afán por adquirir conocimiento sobre la vida de las aves y su comportamiento, hallé respuesta a todas a aquellas preguntas. 

Supe que el bando es la mejor estrategia de defensa para eludir el ataque de los posibles predadores y la manera más eficaz de desplazarse. Como anillador científico, tuve oportunidad de conocer las rutas que cubrían las diferentes especies y descubrí que se guían por los accidentes geográficos, por las estrellas e incluso por los campos magnéticos.

Atardecer en la DO Ribera del Duero
Atardecer en la DO Ribera del Duero

Sin embargo, cada vez que llegan estas fechas y contemplo los cielos de otoño desde la viña, me dejo llevar por las emociones que me brindan sus protagonistas, aves y nubes, sin hacerme ninguna pregunta ni atender a ningún otro afán que no sea el de disfrutar de la belleza.