El silencio del hayedo en invierno

06 Febrero 2023
HAYO

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)
 

Con sus ramas alargadas y completamente desnudas de hojas y con sus troncos lisos y rectos, las hayas, especialmente si son jóvenes, dan forma a uno de los bosques invernales más elegantes y característicos del continente europeo.  

En el caso de la Península Ibérica los densos hayedos del norte acogen algunas de las leyendas mitológicas más antiguas vinculadas a la naturaleza. Según éstas en el interior de los bosques de hayas de la Cordillera Cantábrica viven las xanas, los trasgus y las fades, entre un nutrido elenco de criaturas emparentadas con los gnomos, los trolls y los elfos escandinavos. 

Y es que el hayedo, además de configurar la arboleda más representativa del norte peninsular, guarda numerosos secretos que lo convierten en un bosque encantado, especialmente ahora, cuando el hielo y la nieve cubre la hojarasca que se acumula a sus pies y lo convierte en el reino del silencio.

 

Amanecer en el bosque de hayas.
Amanecer en el bosque de hayas.   

 

Pero por encima de cualquier alegoría mitológica, los bosques de hayas que se extienden desde los pirineos hacia las montañas cantábricas y los sistemas ibérico y central, dan cobijo a algunas de las especies más representativas de nuestra flora y fauna, y también las más amenazadas.

Actualmente los hayedos del norte peninsular constituyen los últimos reductos para especies tan escasas como el urogallo cantábrico, que con apenas trescientos ejemplares intenta hacer frente a su más que probable extinción refugiado en su espesura, compartiendo territorio con el oso pardo, el lobo ibérico o el pito negro, cuyo lúgubre y profundo reclamo es de los pocos sonidos que rompen el insondable silencio del hayedo en invierno.

Los nombres de nuestros principales hayedos resuenan en la memoria de los amantes de la naturaleza como lugares sagrados repletos de atractivos para disfrutar de las mejores emboscadas. Ordesa, Riaño, la Fageda d’en Jordà o la Tejera Negra. Los del Montseny, Somiedo o Saja-Besaya. El bellísimo hayedo de Montejo de la Sierra, el de Aizkorri-Araz, el de la Artiga de Lin o el de Lindes. Y por supuesto el más famoso y emblemático de los hayedos ibéricos: la Selva de Irati, uno de los más grandes y mejor conservados de Europa.   

Respecto a la biología de la especie destacar que el haya es un árbol caducifolio perteneciente a la familia de las fagáceas y al que los botánicos clasifican como Fagus sylvatica. Alto y corpulento, de copa redondeada y muy poblada, tiene el tronco recto y ancho, con una corteza lisa y áspera de color gris plateado, y las ramas crecen horizontales. 

 

Hojas de hayedo en una rama.
Hojas de hayedo en una rama.  

 

Las hojas son alternas, ovaladas y de margen ondulado y entero. Tienen de 8 a 10 pares de nervaduras y son algo pilosas. En primavera tienen un color verde intenso y en otoño cambian al amarillo, muy vivo en octubre. Antes de caer, en noviembre, se tornan anaranjadas, para teñir después el suelo del bosque de un manto de hojarasca pardo tostado.


Las flores brotan junto a las hojas a finales de abril. Masculinas y femeninas en el mismo árbol. Las masculinas forman un globo, agrupándose en numerosos racimos colgantes de color amarillento. Las femeninas, muchas menos, son más cortas y rígidas.

Los frutos se llaman hayucos y maduran a mediados de otoño. Son de forma triangular, marrones y brillantes. Aparecen envueltos en una cáscara espinosa que agrupa de uno a tres y acaba abriéndose ampliamente para liberarlos. Son comestibles, pero no debemos abusar de ellos porque la fagina (una de las sustancias que lo componen) puede producir dolor de cabeza y de estómago cuando se ingieren en gran cantidad.

Ampliamente distribuidas por el centro y el norte de Europa y formando buenas arboledas en el centro y el norte de la Península Ibérica, las hayas pueden llegar a vivir varios siglos y alcanzar grandes dimensiones, por lo que existen muchos ejemplares catalogados como árboles monumentales, tanto en España como en el resto del continente.  

Por todas estas características los hayedos figuran entre los bosques preferidos por los amantes de la naturaleza, tanto por la contrastada y singular belleza que representan durante las diferentes estaciones del año, como por la rica y variada biodiversidad que acogen, con numerosas especies que tienen en ellos su hábitat favorito o incluso exclusivo. 

 

Paisaje otoñal en el que figuran hayas.
Paisaje otoñal en el que figuran hayas. 

 

En cualquier caso, siempre es un buen momento para pasear por el interior de un hayedo. En primavera y verano por su refrescante frondosidad, en otoño por la colorida paleta de colores que despliegan sus copas altas antes de soltar la hoja: del rojo intenso al amarillo dorado. Pero he querido reseñar en este apunte la belleza del hayedo en invierno, cuando el silencio helado lo envuelve en un halo de misterio.