El abejaruco nos trae los colores de África

05 Mayo 2023
Abejaruco europeo

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

El entorno de las viñas, especialmente si están situadas en un paisaje de campo abierto con taludes terrosos, como las paredes de un río o una rambla, es uno de los mejores lugares para disfrutar de la naturaleza con la observación de una de las aves más bellas y coloridas del continente europeo: el abejaruco.    

El abejaruco, al que los ornitólogos clasifican con el nombre científico de Merops apiaster, es un pájaro deslumbrante. Muchas de las personas que lo observan por primera vez en plena naturaleza pueden llegar a pensar que se trata de un ave exótica que se ha escapado de alguna colección privada. Sin embargo, aunque luzca los colores de África, se trata de una especie autóctona, muy representativa del bosque mediterráneo y bastante frecuente en toda la península ibérica, excepto en el norte. Curiosamente, el más africano de nuestros pájaros también falta en Canarias.
 

Abejaruco europeo
Abejaruco. Fotografía de: Ana Mínguez

 

El plumaje de este merópido (único representante de la familia en Europa) no puede ser más llamativo. Ni el más osado diseñador de moda podría haber imaginado un atuendo de tanto esplendor, pintado como decía con los tonos de las estepas y las selvas africanas. En el dorso combina el castaño vivo, casi granate, con el amarillo cremoso, el de la arcilla húmeda y el marrón tostado. Luce un atractivo azul turquesa en el pecho, muy brillante, y en la garganta resalta el color amarillo limón: tan intenso que parece habérselo pintado con un marcador fluorescente. 

Las alas combinan todos esos colores en una especie de tapiz alado, más el verde bosque de los hombros. Y en su sofisticada y distinguida cabeza destacan los ojos rojos sobre un antifaz negro, lo que le da un aspecto todavía más exótico y misterioso. La cola es larga, acabada en una punta afilada que lo hace inconfundible, mientras que el pico, muy fino y decurvado, lo dota de una herramienta técnica propia de especialistas. 

Cuando vuela, el abejaruco emite un reclamo característico e inconfundible, un ulular aflautado (trrrucc, trrrucc) que denuncia su presencia aún cuando se halla muy lejos, volando en las alturas. Su silueta de vuelo es igualmente singular: alas apuntadas y cola alargada con las rectrices sobresalientes. Describe elegantes planeos semicirculares combinados con un batir de alas corto pero muy intenso. Le gusta posarse en los tendidos eléctricos y en las ramas secas de los árboles, donde se reúne formando grupos numerosos.  

El abejaruco es un pájaro gregario que jamás abandona el grupo. Migra en bandada, vuela en comitiva y forma colonias para criar: ¡siempre están juntos! Para alojar sus nidos elige las paredes arcillosas de taludes, barrancos y lechos fluviales donde excava túneles de hasta dos metros de profundidad, en un ejemplo de tesón y fortaleza, pues para ello cada pareja llega a remover y extraer más de diez kilos de tierra a base de picotazos: una cantidad que para un pájaro de 28 centímetros de longitud y 60 gramos de peso supone un esfuerzo hercúleo.    

Pero uno de los aspectos que más destaca en la biología y el comportamiento de este pájaro es su especializado régimen alimenticio. Abejas (siente pasión por ellas, de ahí su nombre), moscas, tábanos y cigarras componen la base de una alimentación exclusivamente insectívora y que se completa con hormigas, saltamontes, escarabajos, grillos y todo aquel que se le ponga al alcance del pico. 

 
Abejaruco europeo
Abejaruco ingiriendo un insecto. Fotografía de: Ana Mínguez


Y es que en el perfecto diseño de su pico reside su éxito como cazador: una herramienta que funciona como las pinzas de un entomólogo y a la que no escapa ninguna presa. Así, no resulta raro observar a un abejaruco posado en una rama con una libélula de gran tamaño, como un emperador, atrapada por la pinza de su pico en los instantes previos a servirle de desayuno.

Ahora bien, si por el contrario y especialmente durante el mes de mayo, lo que vemos posado es un abejaruco encima de otro, la cosa tiene otras connotaciones. Y es que las más coloristas de nuestras aves no dudan en cumplir con el mandato genético de la reproducción en lo alto de las ramas delgadas de los árboles y en los cables de teléfonos. 

Respecto a su fenología, es decir a las costumbres que muestran con el paso del calendario, los primeros abejarucos, llegados del África tropical, Guinea, Ghana y Senegal, suelen verse en la península ibérica hacia finales de marzo, aunque los bandos continuarán entrando hasta bien cumplido el mes de abril. Durante toda la primavera y el verano llenarán de música y color nuestros cielos. 

Tras vagabundear por los campos en busca de un lugar propicio para criar, y en caso de no acudir directamente a su colonia de todos los años, a principios de mayo elegirán un talud al margen de un camino o un río y empezarán a excavar el nido. En algún caso pueden llegar a situarlo a ras de suelo, incluso entre las cepas de las viñas, pero no es lo común. 

 

Pareja de Abejarucos europeos
 Pareja de abejarucos. Fotografía de: Ana Mínguez


La hembra suele realizar la puesta durante los meses de mayo y junio: 5 o 6 huevos casi esféricos que incubará durante tres semanas. En julio los nidos del abejaruco son una algarabía de reclamos, con un constante entrar y salir de los desesperados padres para proceder a las cebas. Mientras tanto, en el interior del túnel se respira un ambiente ordenado ya que la pugna entre los pollos para establecer una jerarquía los llevará a obedecer un respetuoso turno de ceba. 

En agosto no quedará ya ningún pollo en el nido. Cumplida la reproducción el viaje de regreso a su área de invernada, más allá del Sáhara, se inicia a finales de ese mes. Las concentraciones más altas para cruzar el estrecho se producen en septiembre, cuando varios cientos de miles, en grupos de una treintena, abandonan la península rumbo a las estepas africanas. Llegado el otoño no quedará ni un solo abejaruco en toda la Península. Si todo va bien, el año que viene los tendremos de vuelta para pintar de colores el aire de nuestros campos.