El muy bello (y curioso) cardo borriquero 

20 Junio 2022
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Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

En nuestros paseos por el campo, y muy especialmente por el entorno de los viñedos, las plantas camineras nos ofrecen el primer contacto con la multiplicidad de la flora.

Humildes, discretas y a menudo ignoradas, entre el variado mosaico de formas y colores que crean con su presencia, cabe destacar algunas especies por su enorme tamaño y singular belleza. Y entre todas ellas merece un lugar destacado el protagonista de nuestro apunte de este mes: el cardo borriquero, que en estos días de junio alcanza su mayor esplendor y al que los científicos clasificaron con el nombre de Onopordom acanthium, del que luego les hablaré. 

Sin embargo, antes de pasar a describir y rendir homenaje a esta bellísima flor, permítanme que reivindique su valor. Porque el cardo borriquero no solo no ha visto reconocida su espectacular belleza entre la mayoría de la gente, sino que probablemente estemos ante uno de los casos más ejemplares de injusticia y degradación hacia una de las especies más representativas de nuestra botánica. Y más bellas, insisto.

Así, en muchos lugares de España se emplea el término cardo borriquero como epíteto descalificativo y sinónimo de fealdad próximo al insulto. En cambio, si observan por un instante las fotos que nos acompañan y anotan su belleza, caerán en la cuenta de que no existe dicho popular más alejado de la realidad.  

 

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Flor de cardo borriquero. Fotografía: Jose Luis Gallego. 

 

El cardo borriquero pertenece a la familia de las compuestas, como la alcachofa, el girasol, la manzanilla o la caléndula, entre otras especies, y crece preferentemente en los bordes de los caminos y las tierras baldías (a menudo junto al mar), pues es muy poco exigente respecto a la calidad de los suelos. 

Resulta muy fácil de identificar por su alto tallo, grueso, rígido y rodeado de espinas, como sus hojas: que son lanceoladas, dentadas y ligeramente carnosas, muy grandes en la parte inferior. Pero si algo llama la atención de esta espectacular planta, que puede llegar a superar los dos metros de altura, es su atrayente flor lila, con forma de inflorescencia, grande y rodeada de largas y afiladas espinas.

 

 

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Campo de cardos borriqueros en flor. Fotografía: Jose Luis Gallego. 

 


Entre las curiosidades menos anotadas del cardo borriquero, una de las especies más abundantes y ubicuas del campo mediterráneo, destaca la de ser una planta comestible. De hecho, se cultivó durante años como legumbre; se recolectaba antes de florecer y los receptáculos superiores se comían como las alcachofas, crudos o cocidos. 

Los tallos contienen inulina: una sustancia parecida al almidón, mientras que los pájaros granívoros, y en especial uno de los más bellos de la fauna ibérica, acuden a los campos y a las lindes de los caminos donde crecen los cardos para arrancar las semillas, con las que se alimentan y construyen sus nidos, pues están rodeadas de una vellosidad semejante al algodón. De ahí que el nombre científico del jilguero sea Carduelis carduelis.

Pero hablando de nombres científicos, antes de acabar, y como les había anunciado, quisiera comentarles el detalle más curioso del cardo borriquero: el origen de su nombre específico: Onopordom. Este término proviene de las palabras del griego onos (asno) y porde (pedo): sí, sí, pedo de ventosidad, de flatulencia. Al parecer fue Plinio El Viejo (que vivió entre los años 23 y 79 de nuestra era) quien observó cómo los asnos, al comer este tipo de cardo, se tiraban unos pedos descomunales, ayudándose así con su ingesta a liberarse de los gases que le hinchaban el estómago durante la digestión. Tan curiosa fue la observación del famoso escritor romano, que dicha facultad acabó dando nombre a la planta.