EL CICLO DE LA VID
Más allá del vistoso envero, de la esperada maduración y de la conocida vendimia, la vid es un ser vivo complejo y hermoso en el que se suceden sorprendentes transformaciones a lo largo del año que hacen de cada parte un todo, abriéndose paso el milagro de la vida en forma de fruto. Es maravilloso e inevitable establecer analogías con nuestro propio nacimiento y desarrollo como seres humanos:
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El ciclo de la vid[a]
- Entre noviembre y enero la cepa pierde las hojas y a medida que el frío se abre camino la planta entra en un estado de reposo y actividad latente. Un letargo invernal que prolongará hasta febrero.
- Entre febrero y marzo se hace visible la primera transformación, tan bella como poética. Tras la poda, la savia exuda por las cicatrices causadas por la poda ocurriendo el denominado lloro de la vid, anunciando la inminente brotación.
- El desborre o brotación tiene lugar en abril, aunque ello dependerá mucho de las condiciones climáticas a las que se vea afectada la planta, y también de las variedades, ya que muchas empiezan a brotar en marzo. Durante el desborre los brotes nacientes se desprenden del “plumón” que los protegía del frío y dan la bienvenida a la primavera, siempre con temor a las temidas heladas que las podría devolver al estado latente.
- Durante mayo y junio comienza la aparición de inflorescencias en el brote, que luego serán las flores. Éstas se abrirán para dar paso a la fecundación. Posteriormente el ovario fecundado se desarrollará dando lugar al fruto verde, proceso conocido como cuajado.
- La verdadera explosión de vida ocurre entre julio y agosto, cuando los pámpanos se convierten en sarmientos (agostamiento) y se inicia el envero: El verde de la clorofila desaparece progresivamente y aparecen los pigmentos propios de cada variedad. La uva de variedades blancas adquiere tonos amarillos, mientras que la tinta pasa del verde al rojo y/o a un azul violáceo, dependiendo de la variedad. Finalizado el envero la pepita está completamente formada, la acidez se mantiene alta y el nivel de azúcar todavía escaso.
- Finalmente, la maduración. El estado de maduración condicionará el tipo de vino, ya que será en este momento cuando los principales componentes aromáticos varietales y su larga fenólica determinarán la calidad del mosto.
- La vendimia culmina este proceso, cosechando la uva cuando presenta niveles óptimos de acidez y una carga de fruta adecuada cuando se forman las aromas varietales. Por supuesto todo dependerá de la intención enológica y de cada variedad.
La naturaleza se abre paso indómita, por ello es labor del ser humano conocer sus ciclos vitales y emplear el conocimiento de siglos de viticultura a nuestras espaldas para, no solo beneficiarnos de su fruto anual, sino prolongar su vida, domar su esencia y asegurar su futuro, pues de él dependemos hoy y siempre.