Dos miradas, dos generaciones… la misma tierra

Miquel Porta
Nació en Martorell en 1949 y fue director de producción agrícola durante tres décadas. Bajo su dirección se pasó de 200 hectáreas a más de 2.000, primando las zonas climáticas limitantes, ya sea por la altitud o por las temperaturas. Hijo de agricultores, orientó su inquietud por conocer más de su oficio en los centros más representativos de la viticultura mundial y junto a los profesionales más renombrados. Afirma que sus años en Torres «no fueron ni aburridos ni monótonos». Desea igual suerte a su sucesor.
Xavier Sort
Nació en Terrassa en 1969 y es el actual director de producción agrícola de Torres. Aprendió del compromiso ejemplar de Miquel Porta la importancia de escuchar al viticultor, que es quien conoce la vid y la cuida día a día. Hoy su misión es «garantizar la máxima calidad de la uva, buscando el equilibrio entre las plantas y el medio, cuidando la tierra y respetando los ecosistemas». Trabaja la sostenibilidad, la innovación de las técnicas de cultivo y el I+D orientado a los retos climáticos.
Dos hombres excepcionales en un viñedo privilegiado, el de Mas La Plana, con solo 29 ha dedicadas al cultivo de la cabernet sauvignon más selecta.
Suman medio siglo de tradición en la viña. Miquel Porta fue director de producción agrícola; hoy está jubilado. Le acompaña Xavier Sort, su sucesor en el cargo. Se reciben con un fuerte abrazo y grandes sonrisas. La conversación transita entre técnicas, historia y anécdotas personales. Son amigos que cuidan del mismo legado: la máxima calidad de la materia prima para hacer vinos excelentes.
El día se levanta nublado y algo fresco. Amenaza lluvia, pero no se concreta. En cuanto Miquel Porta y Xavier Sort pisan la viña vieja en la que conversan, se hacen unos segundos de silencio: «Este año ha llovido mucho y se nota en la cubierta vegetal; en marzo la vid arrancará bien y si llueve en primavera será un buen año».
«Mis primeros trabajos en Torres, allá en 1979, fueron de peón agrícola», recuerda Miquel. La labor de base era importante, también trabajar junto al equipo humano con el que tendría que colaborar. Ambos reivindican el trabajo de los agricultores y reconocen el esfuerzo físico diario, el conocimiento y la lucha contra las inclemencias meteorológicas. Miquel asegura que todos los enólogos dicen que el vino comienza en la tierra, «y los viticultores son los protagonistas». Xavier lo expresa de manera similar cuando afirma que «los viticultores son los autores de la uva».
Todo comienza en el campo. Su experiencia como directores de producción agrícola se puede resumir con cuatro palabras: trabajo, técnica, calidad y clima. Los primeros años, Miquel los describe como una «experiencia extraordinaria» y supusieron un cambio de tendencia en el Penedès: «A principios de los años ochenta hablar de calidad en lugar de cantidad era una novedad que nos inculcó Miguel A. Torres», recuerda.
Calidad significó asentar las bases de la moderna viticultura: abonados, marco de plantación, orientación de las hileras, emparrar los viñedos… También se incorporó la maquinaria moderna que hoy es habitual, como vendimiadoras, recortadoras de sarmientos, podadoras, deshojadoras… «Fuimos los primeros, hoy nos siguen», remarca Miquel, «aunque a veces nadie se acuerda».
La herencia de un compromiso
A medida que se acercaba la jubilación de Miquel, se programó un período de transición con Xavier. En el año 2007 se inició un programa gradual, igualmente comprometido con los mejores resultados en la viña y orientado a minimizar los efectos del cambio climático.
Consolidada la tecnificación y la calidad durante la labor dirigida por Miquel, el reto de Xavier era responder a la idea de que cada finca «es diferente porque está en un lugar con un contexto propio». Esta diferencia es reflejo del clima, la variedad o el tipo de suelo. Casi simultáneamente Miquel y Xavier advierten que «no puede existir el manual del viticultor en todo el mundo».
Los años han incorporado tecnología a la gestión de la viña, como análisis cartográficos digitales y con infrarrojos, estudios climáticos, planes de abonado, estudios hidrológicos mediante GPS o introducción del riego eficiente. Xavier utiliza recursos que Miquel casi no podía imaginar, pero vuelve a los fundamentos: «Hay que pisar la viña, porque no se puede gestionar con un mando a distancia». Miquel sonríe.
La tecnología facilita tratar cada finca de forma diferente. Nunca ha existido una fórmula única de llevar la viña en todos los sitios igual, pero ahora esta sabiduría puede gestionarse con más recursos. Xavier reconoce que entender la viña «se aprende sobre todo viajando, trabajando en el terreno y conversando con los viticultores».
El clima, el gobernante
La conversación entre Miquel y Xavier está plagada de guiños y sonrisas. Hay cierta sorna cuando se refieren al que denominan «el jefe»: el clima. «Por mucho que hagamos, es el que manda. Es decisivo para conseguir una buena materia prima», coinciden. El clima es una variable crucial en sus vidas. Xavier confiesa que lo primero que hace cada día es mirar la climatología, que gracias a la tecnología se puede hacer desde casa. «Una deformación profesional», reconoce.
Ambos recuerdan algunos de los años más comprometidos por el clima, como el muy caluroso 2003. También el muy húmedo 2008. «Hay una conexión directa e íntima con las diferentes estaciones del año», resume Xavier. «Todos los que trabajamos al aire libre, como en la viña, somos muy conscientes del paso del tiempo», remacha Miquel.
Existe una dependencia directa de la naturaleza para la obtención de la mejor cosecha. Por ello, los dos están preocupados por el cambio climático. «Las reglas del juego están cambiando a causa del clima», resume Xavier. Por ejemplo, desde hace años limitan el deshojado a la cara menos expuesta al sol de la viña, para que las hojas protejan a la uva del calor y la sequedad. También se utilizan tierras en altitudes más altas y zonas más frías.
La viña como ecosistema
«Tenemos una visión global de la viña», afirma Xavier. Esta tesis se traduce en compromisos con el conjunto del entorno: plantar árboles, ubicar cubiertas vegetales sobre el suelo y usar la viña como elemento vertebrador del paisaje conectado con otras realidades. «Es importante una visión de conjunto para que todo quede compensado», concluye Miquel. En definitiva, como afirma Xavier, «un paisaje variado y en mosaico es más interesante para la vista, para el ecosistema y también para la propia viña».
