VITICULTURA EN SOCIEDAD

05 Marzo 2019

Y nos dirigimos a la viticultura en su acepción más amplia, aquella que refiere a todas las actividades que transcienden al mero hecho de elaborar vino. Del mismo modo, nos referimos a hecho cultural aquél que parte de la viticultura para arraigar en diferentes ámbitos y contextos de la evolución del ser humano en sociedad.


Llevemos la tesis expuesta a cinco ejemplos que necesiten de menos profundidad poética y nos acerquen a la realidad que nos rodea:


Diseñadora del territorio

Los diferentes cultivos leñosos que abundan en el arco mediterráneo y su posterior explotación han sido factores de vital importancia en la delimitación de territorios, en la creación de senderos, pozos y embalses de agua; redes de transporte para el comercio e interminables paisajes de vides asentadas en perfectas hileras que conforman su propio y rico ecosistema.

La viticultura obliga al ser humano a una suerte de co-adaptación, transformando su entorno y adaptándolo a sus necesidades.

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Terrazas en El Lloar (DOQ Priorat) en fase de brotación (Familia Torres)

A modo de ejercicio mental, suspendámonos en las agudas pendientes del Priorat que obligan a la creación de terrazas imposibles para facilitar el, de otro modo imposible, cultivo de las vides.


Rehabilitación de patrimonio

El peso y paso de la historia vitivinícola quedan evidenciados en las vetustas bodegas de ancianos y ajados monasterios; olvidadas ermitas entre sarmientos, viejas cabañas de pastor y un legado de proverbial sabiduría apegada a la tierra y los elementos.


La continuación de esa herencia nos obliga, como bodegas, a rehabilitar y dotar de nueva vida a lugares que, anclados en el tiempo, reclaman la dignidad sostenida en una esfera.

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Bodega Purgatori (DO Costers del Segre), ubicada en el histórico Mas de l’Aranyó (s. XVIII). Familia Torres

Nuevos espacios en viejos espacios. Una nueva actividad de la que nos servimos para explicar nuestros vinos y la historia que los rodea. Espacios para, al fin y al cabo, explicarnos a nosotros mismos.


Sujeto y objeto en las diferentes disciplinas artísticas

De la íntima inspiración creadora, a la obra de disfrute colectivo, el vino ha servido y se ha servido de mentes inquietas y espíritus creadores, que han transformado nuestra realidad a lo largo de la historia, para devenir en arte y referencia del pasado.


Todas las disciplinas artísticas, sin excepción, han referido al vino como objeto simbólico o estético en alguna ocasión.


Presente en recepciones de índole cultural y social, el vino salpica las copas de las gradas de una ópera impoluta, como las de una taberna, veterana y sabia.


Elemento de cohesión y dinamización social

Sirva una cita del maestro Josep Pla para ilustrar y comprender cómo el vino vehicula relaciones y propicia entendimientos:


“Lo que el vino ha hecho para enriquecer la comprensión entre personas es inenarrable”


Allí donde se cate, se converse, se atienda o se divague, el vino tiene su espacio en forma de comunión social.


La teoría del placer total

Permitidnos hacernos eco, ahora, de una reflexión recogida en el primer volumen de La Bullipedia¹(uno de los principales proyectos de El Bulli Foundation), dedicado al vino:


Que el placer es algo inherente al espíritu humano es innegable. Ahí están los placeres del amor, la música, la literatura, la gastronomía… Diferentes placeres para diferentes contextos que el antropólogo canadiense Lionel Tiger catalogó en 1992, en su obra The Pursuit of pleasure; placer físico, social, psicológico e ideológico.


Adrià, Roca y Centelles ensayan y reflexionan en cómo el vino aglutina los cuatro tipos de placer descritos, en uno solo: el Placer Total.


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¹Espacio sobre gastronomía, creatividad e innovación, concebida para aprender y educar acerca de los contenidos necesarios que permitan crear la enciclopedia de la restauración gastronómica.

A modo de síntesis, el placer físico lo experimentamos mediante nuestros sentidos organolépticos y la puesta en marcha de endorfinas y demás química natural de nuestro cuerpo.


El placer psíquico viene de la mano de las expectativas que tengamos, de nuestro conocimiento y experiencia, de nuestros deseos y anhelos. En definitiva, todo aquello que nuestra mente proyecta y descodifica como agentes de placer anticipatorio.


Del placer social, el poeta Pla ha dado buena cuenta con su perfecto aforismo, porque a todos nos une un deseo intangible; un deseo de pertenencia y aceptación; de ser parte de un Todo cuya entropía reside en nuestros actos para con nosotros y los demás. Amar y ser amado.


Del placer ideológico destilan la influencia de los valores; valores adquiridos a lo largo de nuestra cronología personal que se adivinan tras cada paso que damos. Nuestra personalidad. En ella, el placer cobra dimensión de bienestar cotidiano, donde una copa de vino espera al comensal.


Así. Las bodegas, como ente físico, devienen en vectores activos y la relación con su entorno geográfico, climático y social, como hecho cultural de facto.

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Atardecer en la bodega Waltraud (Pacs del Penedès), propiedad de la familia Torres.

Y en paralelo, el vino actúa como vector de una nueva consciencia ecológica de la que compartimos principios y valores. Co-creadores todos de un nuevo mundo en el que permanecer y ser, porque en el alma del vino reside cuanto todo ser vivo puede ofrecer.