LA DISMINUCIÓN DE LA HUELLA DE CARBONO

17 Agosto 2016

El cambio climático está aquí y es muy real. La temperatura media de la Tierra ha aumentado más de un grado centígrado en los últimos cuarenta años. ¿Parece poco, no? Sin embargo las consecuencias son de gran impacto. A modo de ejemplo, la vendimia se ha adelantado una media de diez días….Lo que significa que la uva madura antes pero de manera desequilibrada. Cuando el contenido de azúcar es ya muy alto, raspón, pepitas y las partes vegetales siguen verdes.

“Si la temperatura sigue en aumento pronto elaboraremos vinos muy distintos”

Miguel A. Torres

Prevenir mejor que corregir

En ocasiones, no queda más remedio que hacer malabarismos para convertir una mala añada en un buen vino. Sin embargo, si sabemos escuchar, observar y entender a nuestro entorno, la prevención se convierte en el mejor aliado para los elaboradores.

Uno de los puntos básicos y razón de ser del programa Torres & Earth es el firme compromiso de reducir la huella de carbono por botella en un 30% para el 2020 (respecto a 2008).

Pero, ¿cómo? Albert Bel se ocupa de primera mano del proyecto y nadie mejor que él para arrojar luz sobre un tema muy sombrío.

¿Hay esperanza Albert, o por el contrario es tarde?

El cambio climático es ya una realidad y, aunque detuviéramos inmediatamente la emisión de gases de efecto invernadero, se dejará notar de forma creciente durante muchísimos años. Lo que sí está en nuestras manos es evitar impactos catastróficos sobre el planeta, reduciendo al máximo las emisiones de CO2 y adaptándonos progresivamente a la nueva realidad climática.

Si no somos lo suficientemente efectivos en la primera parte de la receta de poco servirá la segunda. Con el Acuerdo de París del diciembre pasado parece que la comunidad internacional se ha puesto definitivamente de acuerdo en la necesidad de actuar para evitar un aumento de temperatura superior a los 2ºC y hacer un esfuerzo para intentar que no se rebasen los 1,5ºC. Estos valores, que pueden parecer insignificantes, representan los umbrales a partir de los cuales los efectos del cambio climático serán devastadores según el consenso de la comunidad científica. Ahora hace falta pasar de lo que dice el papel a la acción real, y es aquí donde queda mucho trabajo por hacer.

Hay signos esperanzadores de que la transición hacia un modelo energético más limpio ha empezado un camino imparable, pero aún hay muchos obstáculos que pueden hacer que la velocidad de este cambio no sea lo suficientemente rápida. Por otro lado, no todo pasa por la solución tecnológica, sino que habrá que replantearnos muchos de los hábitos que conforman nuestro estilo de vida.

Si no somos capaces de cumplir el objetivo mediante medidas de reducción de emisiones tendremos que conjurarnos a la captura y almacenamiento de carbono, que no es otra cosa que coger el CO2 y enterrarlo de forma segura bajo tierra, o de otras soluciones de geoingeniería que hoy en día suenan a ciencia ficción. No obstante hay que tener muy claro que las soluciones se deben basar principalmente en la reducción de emisiones.

¿Cuáles son las principales causas de emisión de CO2 de la actividad generada en una bodega?

Depende de nuestra amplitud de miras. Si nos centramos exclusivamente en bodega, la producción de frío para el control de la fermentación y la estabilización de los vinos se llevan la mayor parte. La producción de vapor y agua caliente también sería una fuente importante de CO2 en una bodega común, pero en nuestro caso lo hemos reconducido gracias a la caldera de biomasa. Si ampliamos el campo de visión, veremos que la viña también es una fuente significativa de emisiones, principalmente debido a los combustibles de la maquinaria y la fertilización. Las emisiones relativas a la distribución de la producción, sobretodo la que se realiza por carretera, tampoco es despreciable. Pero el factor más relevante en la huella de carbono es el vidrio de las botellas debido a la carga energética asociada a la fabricación de este material; por esto es importante trabajar con botellas ligeras o plantearnos alternativas al actual modelo de envasado.

Mucha gente desconoce que durante los procesos de fermentación también se libera CO2. Al respecto, ¿nos hablas del lecho de algas?

El CO2 de la fermentación, a diferencia del CO2 procedente de los combustibles fósiles, no altera el balance de carbono del planeta. No obstante, al producirlo en una cantidad significativa y de una forma en que su captura es relativamente eficiente, nos hemos planteado la posibilidad de darle un segundo uso mediante su transformación en productos de valor añadido que desplacen el uso de otros con una huella de carbono mayor. De esta forma, estaremos contribuyendo a la reducción global de emisiones bajo un enfoque de economía circular e innovadora.

Las algas fijan el CO2 de la fermentación mediante la fotosíntesis y de ellas se pueden obtener multitud de productos, como biocombustibles o fertilizantes, o incluso utilizarlas en la depuración de las aguas residuales. Se trata de captar el CO2 de los depósitos de fermentación y con él alimentar los fotobioreactores donde crecen las algas.

Explícanos los principales proyectos de Bodegas Torres para disminuir el impacto causado.

La lucha contra el cambio climático es transversal, por lo que encontramos proyectos en campos muy diversos. En este sentido, la implicación de todas las áreas de Bodegas Torres es ejemplar. Explicar aquí todos los proyectos es imposible, quien quiera ampliar la información puede consultar www.torresearth.com. Pero si tenemos que destacar algunos por su importancia no podemos olvidarnos de tres ámbitos básicos: la eficiencia energética y las energías renovables; el trabajo conjunto con los proveedores; y los proyectos de I+D+i. El primer ámbito nos permite reducciones de emisiones in situ. El segundo, extender el compromiso a toda nuestra cadena de valor. Y el tercero, actuar con la mirada puesta en el futuro.

En energías renovables destaca la solar fotovoltaica y la biomasa. Desde hace años, en Pacs del Penedès tenemos una instalación de 12.000 m2 de placas, y recientemente hemos instalado 6.000 m2 adicionales en régimen de autoconsumo instantáneo. En total, sumamos más de 1 MW de potencia instalada, que equivale al 15% de las necesidades de energía eléctrica de la bodega. Por otro lado, el 2012 entró en funcionamiento una caldera de biomasa de 2,6 MW que produce vapor y agua caliente para las limpiezas, y que nos ha permitido reducir un 95% el consumo de gas.

Acumulamos la experiencia de muchos años calculando y verificando nuestra huella de carbono, y sabemos que si realmente queremos conseguir reducciones de impacto no nos podemos limitar a acciones de puertas hacia adentro, sino que necesitamos la colaboración de nuestros proveedores. Por ello, intentamos trasladar nuestro compromiso a nuestros proveedores, que también midan su impacto y que se fijen objetivos de reducción.

Y finalmente, no podemos quedarnos en el presente. La I+D+i forma parte de nuestra apuesta de futuro, no sólo en la elaboración de vino sino también en la lucha contra el cambio climático. Algunos ejemplos son el estudio del impacto del aumento de las temperaturas y de la concentración de CO2 en la atmósfera, las medidas de adaptación de la viña a nuevos escenarios climáticos o la recuperación de variedades ancestrales con mayor resistencia al calor y a la sequía.

Actualmente estamos trabajando con el Instituto Tecnológico de Canarias y con la Universidad Autónoma de Barcelona con el objetivo de identificar las algas más propicias para hacerlas crecer en nuestro entorno, optimizar el proceso de cosecha y, finalmente, poderlas transformar en un producto de valor añadido.

¿Cómo te imaginas el futuro del sector en 20 años?

Si a día de hoy en el sector ya notamos los efectos del cambio climático, en el 2036 serán todavía más acuciantes. El sector del vino y la viticultura es especialmente consciente de ello y se ha empezado a mover. Somos conscientes que nuestra humilde aportación a la lucha contra el cambio climático será en balde si el conjunto de la sociedad no va en la misma dirección.

Queremos que el sector sea una referencia de industria respetuosa con el medio ambiente y servir de ejemplo para otros. Hay motivos y potencial para serlo, pero también hace falta voluntad de inversión para hacer realidad los cambios. Hay mucho trabajo iniciado a nivel de investigación que nos indica que, con el aumento de la temperatura, puede ser necesario un cambio paulatino hacia variedades más tolerantes al calor y con menores necesidades hídricas, o bien desplazar los cultivos hacia altitudes donde el gradiente térmico sea más favorable.

La recuperación de variedades ancestrales se ha revelado como una buena opción en este sentido. Dentro de 20 años habremos avanzado en el conocimiento y la fiabilidad de las técnicas agronómicas para reequilibrar la maduración de la uva, un aspecto básico para continuar produciendo vinos de calidad que se ajusten a los gustos del mercado, pero estas medidas adaptativas pueden ser insuficientes si no logramos mantenernos dentro de unos umbrales de aumento de temperaturas por debajo de los 2ºC.

Si conseguimos que el sector se implique de forma conjunta en la reducción de emisiones, podemos convertir lo que hoy una amenaza en la oportunidad de ser un sector referente en el respeto al medio ambiente. Y esto, en un previsible contexto de mercado más sensibilizado, es un punto a favor a valorar. De modo que los escépticos ya tendrán algo a lo que agarrarse, si es que quedan muchos.