JUAN RAMÓN GARCÍA

07 Agosto 2018

“El vino es un ser vivo que necesita atención, pasión y cuidado.”

Conozcamos un poco más de ellos hoy, a través de Juan Ramón García, natural de Salamanca, y responsable y enólogo de Bodega Pago del Cielo en Ribera del Duero, y Bodega Magarín en Rueda, quien tiene a bien prestarnos algo de su valioso tiempo, recuerdo y conocimiento.

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“Aún puedo ver a los viticultores bajando por las escarpadas laderas con sus cestos de uva hasta los carros; escuchar los primeros sonidos, los de los arrieros, sus voces agitando sus varas para que los bueyes obedecieran y bajaran el valioso cargamento a las cooperativas; puedo oler todavía los aromas de los bosques cercanos, la miel y los mostos.”

Es inevitable que alguno de esos recuerdos calara hondo en el niño Juan Ramón; quien parecía irremisiblemente ligado de por vida a la tierra. Su familia garantizaba el pan en la mesa mediante la ganadería y el cultivo de la fresa. Trabajo duro de sol a sol para comenzarse a curtir como chico de campo. El vino llegó después:

“La curiosidad por mundo del vino ya estaba allí, pero no fue hasta llegar a Valladolid y comenzar mis estudios de Ciencias Químicas cuando este “gusanillo” despertó. Al acabar mis estudios, ese mismo verano, un familiar me propuso conocer a un enólogo de la zona y me convenció para que trabajara una campaña en su bodega, pero con la condición de que continuara mis estudios en la rama de enología… “


Dicho y hecho. Juan Ramón sintió una inmediata conexión con el viñedo y la bodega, una llamada a la vocación que despertaba y culminaba en la cuna del vino, en Burdeos, tras licenciarse en enología. “Allí, en la bodega donde trabajé, Château Pape Clément, al salir de una noche de cata de grandes vinos fue donde me di cuenta que había acertado en seguir este camino.”

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Hoy, el Juan Ramón enólogo reparte su tiempo y esfuerzos en dar vida a dos proyectos tan ambiciosos como apasionantes. Un tinto y un blanco que si bien abrazan el paradigma varietal, se dejan moldear por sus sabias manos.


“Un vino de la Ribera del Duero debería ser intenso en colores y aromas, con mucha fruta y una boca fina y elegante. En Rueda buscamos los destellos de un vino brillante, aromáticamente muy intenso, con notas características varietales propias del verdejo, como el hinojo, el anís, cítricos y una boca con nervio y longitud.”


En su nueva aventura profesional, Juan Ramón avala la apuesta de la Familia Torres por afianzarse en estas denominaciones de origen, y se muestra convencido de la retroalimentación en positivo de ambas DO con la familia del Penedès.


“El buen hacer de la Familia Torres es conocido en el mundo vitícola, del mismo modo que el buen nombre de las dos regiones está presente en muchos países. La suma de ambos potencia el prestigio de nuestros vinos.”


Como buen enólogo, Juan Ramón padece las vendimias. Una tensión contenida en un coupage de confianza, nervios y el peso de una enorme responsabilidad. “Es el momento en que nos jugamos todo el año en unos días pero esa tensión es magnífica”; sentencia.

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El perfil winelover de Juan Ramón es de una sensatez redonda y aplastante:

“Yo solo le pido a un vino que no me defraude, que cumpla con las expectativas mínimas que tengo sobre él. Si además me sorprende en lo positivo, mejor todavía; y si es un vino que en copa me ofrece siempre algo nuevo y especial, ese es sin duda, un gran vino.”

Juan Ramón se despide de la charla subrayando la importancia de la compañía en el buen beber; si bien no renuncia a una copa de vino a solas… “un buen vino, es un buen momento de per se”.


Palabra de enólogo.