La avutarda: el gigante de la estepa

06 Julio 2023
Avutarda

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego) 

Las estepas cerealistas acogen las poblaciones de una de las aves más singulares de la fauna ibérica, a la que muchos aficionados llaman “la avestruz castellana”. Un apelativo que, aunque pueda parecer excesivo, se ajusta mucho a la estampa que ofrece nuestra protagonista cuando camina erguida sobre los barbechos de la estepa cerealista. Porque, retando a las leyes de la gravedad, con una altura que supera el metro, una envergadura de más de dos metros y un peso que llega a rondar los 18 kilos en el caso de los machos, la avutarda (Otis tarda) se sitúa en los límites de masa corporal que le permiten levantar el vuelo.  

Inconfundible por su gran tamaño, la avutarda muestra un marcado contraste de formas entre ambos sexos. El macho, mucho mayor que la hembra en peso y en tamaño, luce unos largos y ostentosos bigotes, así como una bolsa dilatable en el cuello, muy grueso, que aparece más desarrollada durante el celo y que suele hinchar con aire de los pulmones hasta semejar un globo.  
 

Avutarda
Ejemplar de avutarda en el campo. Fotografía de: Ana Mínguez

 

El plumaje del dorso, atigrado, resulta mucho más brillante y contrastado en el macho que en la hembra, cuyos tonos resultan más apagados y discretos. Las partes inferiores son blanquecinas en ambos sexos. El pico es corto y robusto, de color gris claro y con la punta oscura. 

Las avutardas habitan exclusivamente en zonas de campo abierto con llanuras de gran extensión. Básicamente estepas cerealistas y áreas semidesérticas como tomillares y herbazales ralos. También pueden frecuentar otros cultivos de secano, siempre que sean trabajados de manera tradicional: la industrialización de los cultivos en intensivo representa uno de sus mayores enemigos. Otro de sus hábitats característicos es el viñedo, donde a menudo se adentra para instalar sus nidos.  

La población española de esta singular especie supone la mitad de toda la población mundial. Las áreas de reproducción más relevantes se concentran en las comunidades de Extremadura, Castilla la Mancha y Castilla y León, aunque también se extienden por el valle del Ebro y del Guadalquivir, dándose algunos vestigios al sur de la Comunidad Valenciana y norte de la Región de Murcia.  

Respecto a su dieta, durante la primavera, el invierno y el otoño la dieta es básicamente vegetal: tallos tiernos, hojas, bulbos, raíces, semillas, flores y frutos. Con la llegada del verano y la proximidad de las cosechas la dieta pasa a ser prácticamente animal, debido a la abundancia y gran variedad de insectos, fundamentalmente coleópteros. También captura algunos reptiles, básicamente lagartijas, y pequeños roedores como ratones y topillos, contribuyendo así al control biológico de las plagas que pueden afectar a las cosechas, lo que las convierte en un gran aliado del agricultor. 

Pese a su abultado tamaño la avutarda aprovecha su mimético plumaje para agazaparse ante cualquier señal de alarma, por lo que resulta muy difícil de observar, aunque estemos a corta distancia de sus posiciones. Esta técnica de camuflaje resulta fundamental para asegurar su supervivencia ante el ataque de las rapaces de campo abierto, que no suelen molestar a los adultos, pero sí que pueden atacar a los indefensos pollos.  

 

Avutarda
Avutarda sobrevolando en el campo. Fotografía de: Ana Mínguez
 

La decisión de levantar el vuelo es una última opción, ya que en cualquier caso será lento, pesado y bajo, ofreciendo un blanco infalible a su peor enemigo: el cazador furtivo, quien por desgracia sigue causando numerosas bajas en la especie pese a estar estrictamente protegida por la ley, figurando en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y en el Libro Rojo de las aves de España.   

La acompasada vida de las avutardas, que generalmente transcurre en la profundidad de las llanuras esteparias, en grupos separados de machos, hembras y jóvenes, se ve convulsionada con la llegada del celo al inicio de la primavera. En ese momento de máxima excitación, los solitarios machos desarrollan una espectacular parada nupcial para cortejar a la hembra consistente en exhibir su magnífico plumaje alrededor de ella en las famosas ‘ruedas’: una asombrosa danza circular con la que también marcan territorio y desafían a los posibles competidores. 

Cumplidas las cópulas, las hembras realizan la puesta (entre dos y tres unidades) e incubación de los huevos, utilizando para ello un pequeño nido consistente en apenas unas briznas de hierba acumuladas en el suelo, ubicado en mitad de un herbazal, un campo de cereal o incluso entre las hileras de cepas de las viñas. Cuando llega la siega la familia se mantiene unida, con los pollos siguiendo a la madre por el suelo o al iniciar el vuelo. Al llegar el otoño los jóvenes se separan de la madre para unirse a otros grupos de machos y hembras inmaduros e intentar establecer sus propios dominios.